sábado, 16 de febrero de 2008

Capítulo VIII. ¡Por fin, en Hogwarts!

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 8.- ¡Por fin, en Hogwarts!

Por fin llegaron. Al bajar del tren, lo primero que vio Ginny fue un hombre enorme de abundante cabello negro y ojos azabache, cargando una gran linterna y llamando por todos los asustados alumnos de primer año. Una vez que Hagrid hubiera reunido a todos los pequeños de primero, los hizo caminar por un oscuro y estrecho sendero que daba a un gran lago. Cruzando ese enorme lago, en la punta de una alta montaña, se dibujaba el portentoso castillo de Hogwarts. Ginny estaba impresionada ante la majestuosidad del gran castillo de piedra y recordó todas las fascinantes historias que sus hermanos le contaban sobre sus aulas, pasadizos, torres, escaleras, caminos y toda clase de personajes que ahí vivían.
— ¡No más de cuatro por bote! — gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la ori­lla. Ginny abordó el más próximo junto a una chica de cabello rubio y ojos azules soñadores que, a diferencia del resto de sus compañeros que parecían más asustados que prisioneros sentenciados a muerte, parecía haberse equivocado de planeta.
— Hola – dijo la chica con voz soñadora – Me llamo Luna Lovegood. ¿Cómo te llamas?
— Hola – respondió Ginny, pensando en que era un poco rara, pero creía haber escuchado su apellido en algún lado. – Soy Ginny Weasley.
— Te conozco. Tu vives en Ottery Saint Catchpole.
— Sí, vivo ahí. – respondió Ginny y entonces lo recordó. – Tú vives con tu padre justo al otro lado de la colina, ¿verdad? ¿También empiezas Hogwarts este año?
— Sí, es emocionante, ¿no crees?
Ginny y Luna se fueron platicando amenamente en voz baja (más Luna que Ginny). Al menos, la niña desviaba su atención de los espantosos nervios que sentía cuando ya se acercaba al castillo.
— ¡Bajen las cabezas! — exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delante­ra del peñasco. Anduvieron por un túnel oscuro que parecía con­ducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y los guijarros. Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble. Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo. La puerta se abrió y una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí.
— Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.
— Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
El vestíbulo de entrada era enorme como Ginny nunca lo había visto, había una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores. Siguieron a la profesora McGonagall a través de un ca­mino señalado en el suelo de piedra hasta una pequeña habita­ción vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.
— Bienvenidos a Hogwarts — dijo la profesora McGona­gall —. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deben ser seleccionados para sus casas.
La profesora McGonagall comenzó a explicarles de qué se trataba la selección y cuales eran las casas del colegio. De pronto Ginny se sintió muy angustiada << ¿Y si no quedo en Gryffindor? >> Se preguntó atemorizada. La única persona que parecía no preocuparle nada en absoluto era Luna, que en aquel preciso instante tarareaba una canción.
Luego de lo que parecieron horas, reapareció la profesora McGonagall y los condujo al Gran Comedor. Un salón enorme y majestuoso que estaba decorado por miles de velas flotantes y el techo << 'no hay techo' >> pensó Ginny. Ahí ya estaban todos los demás alumnos sentados en sus respectivas mesas. Ginny dio un rápido vistazo a la mesa de Gryffindor y no tardó en ubicar a sus hermanos, ya que su cabello rojo fuego los delataba. Fred y George alzaron ligeramente los pulgares cuando la vieron pasar y Percy le sonrió solemnemente pomposo mostrándole su apoyo. También logró distinguir a Hermione sentada al lado de Neville, entonces recordó que Ron y Harry no habían tomado el tren y, por ende, no se encontraban ahí. Su preocupación aumentó, pero ya no tanto por la selección, si no por la falta de noticias de Harry y su hermano. Entonces la profesora McGonagall puso un taburete de cuatro patas frente a los de primer año, y encima del taburete puso un som­brero puntiagudo de mago remendado, raído y muy sucio. << 'El Sombrero Seleccionador' >> dijo Ginny entre dientes. Ella había escuchado cuando pequeña, cómo había sido seleccionado Bill, su hermano favorito, luego Charlie, Percy, Fred, Goerge y Ron. Ahora, finalmente era su turno.
El sombrero comenzó a cantar su canción. Y al terminar, luego de fuertes aplausos, la profesora McGonagall los comenzó a llamar por su nombre. <<>> El primero en ser llamado era un chico de cabello castaño muy pequeño, y fue el primero en unirse a la casa de los leones cuando el sombrero seleccionador gritó << ¡GRYFFINDOR! >> La selección continuó, al llegar a “Lovegood, Luna”, el sombrero gritó << ¡RAVENCLAW! >> Y finalmente llegó a << 'Weasley, Ginevra' >> Ginny avanzó temblorosa al banquillo y la profesora McGonagall le puso el sombrero. Entonces ella escuchó una vocecilla en su cabeza.
<< 'Otro Weasley, pero eres una chica, eso es raro, no ha habido una Weasley en tu familia por generaciones. Puedo ver que eres valiente y decidida. Tienes agallas. Pero también eres cálida y compasiva, y muy inteligente, con un poco más de confianza en ti misma. La casa perfecta para ti es… ¡GRYFFINDOR!' >>
Ginny se sintió tan feliz y tan aliviada que no podía esperar para contarle a Tom todo lo de su selección. Le quitaron el sombrero y salió corriendo junto a sus hermanos. En aquel instante un profesor de cabello negro grasiento y nariz ganchuda entró en el recinto y se dirigió a la profesora McGonagall. Él parecía estar feliz, pero lo que le dijo a la profesora parecía haberla puesto furiosa. Los dos maestros desaparecieron tras una pequeña puerta contigua. Minutos más tarde el director, Albus Dumbledor, también se marchó, justo cuando apareció la comida del banquete.
Durante un buen rato Ginny comía alegremente hasta que escuchó a unos chicos hablar no muy lejos de donde ella estaba sentada al lado de Hermione, quien tampoco dejó de oír aquella conversación, ya que los nombres de Harry y Ron salieron a relucir.
- … ¿y por eso no han llegado?
- ¿ni se aparecieron en el tren?
- Aja. Al parecer robaron un coche, lo encantaron para que volara y se estrellaron en no se qué edificio de Londres, muchos muggles los vieron y creo que los han expulsado.
- Luego de algo así, no me sorprende que los arresten.
A Ginny se le aceleró el corazón. << ¡¿Harry, Ron, expulsados?! >> No quería creerlo, solo eran chismes pero, por la expresión que tenía Hermione, ella tampoco estaba muy segura de que todo lo que aquellos chicos decían fuera puras mentiras.

Terminó el banquete. El director ya había vuelto junto con sus dos profesores, entonces dio las últimas recomendaciones a los alumnos (el bosque prohibido está prohibido, no hacer magia en los pasillos, etc.) y los mandó a dormir. Los prefectos comenzaron a llevar a los alumnos de primero a sus respectivas casa mientras les explicaban como manejarse en las escaleras y los pasillos (que escalones evitar y cuales mejor ni conocer) Finalmente llegaron a la sala común de Gryffindor, pero casi todos los alumnos estaban ahí, nadie daba trazas de querer irse a dormir. Todos parecían esperar algo. Ginny escuchó a los gemelos hablar.
- … debieron habernos dicho.
- Sí, esa sería una entrada triunfal.
- ¿Pero no los han expulsado todavía?
- Claro que no. Vi a la profesora McGonagall que le decía a Hermione que los esperara afuera, porque los muy tontos no le pidieron la contraseña, pero sí estaba enojada.
- Entonces ¿era el auto de su padre?
- Sí. Llegaron volando en él, pero no se estrellaron contra un edificio, lo hicieron contra el Sauce Boxeador.
- ¿Ese árbol que golea a todo el mundo?
- Si.
- Vaya, eso ya es para la historia. Llegar a Hogwarts en un coche volador.
Ginny se había acomodado en un rincón un poco apartado. Se sentía cansada pero con ganas de hablar con Tom. Habían pasado muchas cosas aquel día y quería compartirlo con él, pero se detuvo el tiempo suficiente para ver con sus propios ojos que Harry y Ron se encontraban sanos y salvos antes de irse a la cama.
Luego de unos 15 minutos, se abrió el retrato de la Sra. Gorda y, finalmente, los dos muchachos aparecieron. Una salva de aplausos inundó la sala común al momento que varios alumnos los agarraron y los hicieron entrar.
- ¡Formidable! – gritó Lee Jordan. - ¡Soberbio! ¡Qué llegada! Han llegado en un coche volador hasta el Sauce Boxeador. ¡La gente hablará de esta proeza durante años!
- ¡Bravo! – dijo otro alumno.
- ¿Por qué no nos llamaron? – preguntaron los gemelos al acercárseles entre toda la multitud que los felicitaba.
Ginny se dio cuenta de que ellos no esperaban ese recibimiento, así que ambos se escaparon hacia el cuarto de los chicos. Ya estando segura de que él estaba bien, Ginny se encaminó también a su cuarto a descansar.

A la mañana siguiente se despertó temprano, incluso faltaba para el amanecer. Antes de levantarse, sacó de su bolso el pequeño diario en el que escribía desde hacía un par de semanas. Sacó pluma y tinta, y se dispuso a contar a Tom todo lo sucedido la noche anterior.

Ya era la hora de desayunar. Ginny bajó al gran comedor con su mochila, pero su diario lo traía cogido en su mano, muy seguro contra su pecho. Como si temiera que desapareciera dentro de su mochila, no se arriesgaría a perderlo de vista ni un instante.
Al llegar a la mesa de Gryffindor buscó con la mirada a alguno de sus hermanos (inconcientemente también a un chico de cabello negro y ojos verdes), pero no vio a ninguno, así que se sentó sola y comenzó a desayunar. Luego de 10 minutos, un ensordecedor estruendo resonó por todo el gran comedor, y se sorprendió al escuchar, fuerte (pero muy fuerte) y claro, la voz de su madre gritando a Ron por lo del coche que robaron. Ginny levantó la cabeza para ubicar bien el lugar donde se escuchaban más fuertes los gritos de su madre, y finalmente vio a Harry y Hermione, pero no alcanzaba a distinguir a Ron. Ella pensó que estaría escondido debajo de la mesa temiendo que el vociferado le explotara en la cara o algo así. Rió un poco al imaginar el rostro colorado de miedo y vergüenza de su hermano, ya que todos los alumnos miraban hacia su lugar. Antes de que los gritos de su madre dejaran de escucharse, pasó la profesora McGonagall repartiendo los horarios de las clases.
- Veo que su madre ya lo ha sentenciado – dijo la profesora a Ginny cuando le entregó el trozo de pergamino con sus clases apuntadas.
- Sí – respondió la niña. – Creo que no se atreverá a quebrantar las normas otra vez.
- Eso espero, por su bien. Su primera clase es conmigo, Srta. Weasley. No llegue tarde.
Y la profesora continuó entregando los horarios a los demás estudiantes. Ginny observó como todo volvía a la normalidad en el gran comedor luego de aquel escándalo y permaneció otro rato contemplando su plato vacío de avena. Se sentía un poco intranquila aquella mañana, pues Tom le había escrito algo importante, le había pedido un favor, más no le explicó bien de que se trataba << ‘en su momento te lo explicaré’ >> le dijo. Ginny quería mucho a Tom, nunca había tenido un amigo tan leal y disponible para ella. Él la escuchaba, la entendía y le aconsejaba. Nunca ninguno de sus hermanos se tomó el tiempo o se preocupó por ella como lo hacía Tom, así que ella se sentía en deuda con él y no quería perder su amistad por nada del mundo. Haría todo lo que él le pidiera.
Los alumnos comenzaron a abandonar el gran comedor. Ginny aferró fuerte su diario contra su pecho y se encamino hacia el aula de transformaciones, su primera clase de la mañana.

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