viernes, 8 de febrero de 2008

Capítulo VI. En el Callejón Diagon.

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 6.- En el Callejón Diagon.

Era el domingo siguiente y Molly Weasley despertó a todo el mundo muy temprano. Luego de desayunar, todos se pusieron una chaqueta y se preparaban para ir al Callejón Diagon por medio de polvos Flu.
- Ya casi no queda, Arthur – dijo Molly cogiendo una maceta de la repisa de la chimenea y observando su escaso contenido. – Tenemos que comprar un poco más… ¡bueno, los huéspedes primero! ¡Después de ti, Harry, cielo!
Molly le ofreció a Harry la macetita, pero él no hizo nada. Era evidente que nunca había viajado por ese medio.
- ¿Qué… qué es lo que tengo que hacer? – tartamudeó.
- Él nunca ha viajado con polvos Flu – exclamó Ron de repente – Lo siento Harry, no me acordaba.
- ¿Nunca? – Preguntó Arthur – Pero, ¿cómo llegaste al Callejón Diagon el año pasado para comprar las cosas que necesitabas?
- En metro…
- ¿De verdad? – Inquirió Arthur con interés - ¿Había escaleras mecánicas? ¿Cómo son exactamente…?
- Ahora no, Arthur – interrumpió Molly – Los polvos Flu son mucho más rápidos, pero la verdad es que si no los has usado nunca…
- Lo hará bien, mamá – dijo Fred. – Harry, primero míranos a nosotros.
Cogió de la maceta un pellizco de polvos flu y los arrojó a las llamas de la chimenea. El fuego se tornó verde esmeralda y Fred entró en él gritando “Callejón Diagon” y desapareció.
- Tienes que pronunciarlo claramente, cielo – dijo Molly mientras George hacía lo mismo que su hermano – y ten cuidado de salir por la chimenea correcta.
- ¿Qué? – preguntó nerviosamente Harry.
- Bueno, ya sabes, hay una cantidad tremenda de chimeneas de magos entre las que escoger, pero con tal de que pronuncies claro…
- Lo hará bien, Molly, no te apures. – dijo Arthur.
- Pero, querido, si Harry se perdiera, ¿cómo se lo íbamos a explicar a sus tíos?
- A ellos les daría igual – dijo Harry – Si yo me perdiera aspirado por una chimenea, a Dudley le parecería una broma estupenda, así que no se preocupe por eso.
- Bueno, está bien…, ve después de Arthur. Y cuando entres en el fuego di a sonde vas.
- Y mantén los codos pegados al cuerpo – le aconsejó Ron.
- Y los ojos cerrados, por el hollín – agregó Molly.
- Y no te muevas – otra vez dijo Ron – O podrías salir en una chimenea equivocada…
- Pero no te asustes y vayas a salir demasiado pronto. Espera a ver a Fred y George.
Ginny pudo distinguir en el rostro de Harry que éste trataba de recordar cada consejo, pero su mirada la hacía pensar que él hubiera preferido mejor tomar su escoba y llegar al callejón en ella. Luego de Arthur, Harry lanzó sus polvos flu a la chimenea y se metió en ella, pero desafortunadamente tosió mientras decía su destino.
- ¿Lo pronunció bien? – preguntó Molly.
- Creo que no. – dijo Ginny, pensando que ojalá no se fuera a perder entre tantas chimeneas.
Enseguida, Ginny tomó sus polvos flu y se metió en las llamas verdes. Luego de un vertiginoso viaje, apareció en un recoveco entre dos establecimientos (donde estaba una chimenea de piedra, casi tan grande como una entrada) Ahí, frente a ella, esperaban sus hermanos gemelos y su padre.
- ¿Dónde está Harry? – Preguntó Arthur – Se supone que vendría detrás de mí.
- ¿No llegó? – inquirió Molly, que acababa de salir de la chimenea, detrás de su hija.
- Aquí no ha venido – dijo Fred.
- ¡Hay, Dios mío! ¿Qué vamos a hacer?
- ¿Qué más?, buscarlo. – exclamó Arthur. – Hay que separarse, buscaremos en la heladería, en Floursih and Blots, en el Caldero Chorreante. Nos vemos en Gringotts en 20 minutos.
Ginny, quien iba rumbo a la heladería tomada de la mano de su madre, estaba sumamente preocupada. << ¿Qué le habrá pasado? >> Pensaba, << ‘espero que esté bien’ >> Ella no podía pensar en otra cosa que no fuera Harry.
Pasados unos minutos llegaron, pero Harry no se hallaba ahí. Ginny y su madre se encaminaron entonces hacia Gringotts casi corriendo. Tuvieron que atravesar un montón de gente antes de alcanzar la escalinata de piedra del banco, pero cuando lograron salir de entre la multitud, Ginny dio un respiro de alivio. Ahí se encontraba Harry todo cubierto de hollín, al lado de su padre y sus hermanos. También ahí se encontraban Hermione con sus padres y Hagrid.
- ¡Ay, Harry…Ay, cielo…Podrías haber salido en cualquier parte!
Molly sacó un cepillo para la ropa grande de su bolsa para quitarle el hollín.
- Bueno, tengo que irme – dijo Hagrid – Los veré en Hogwarts.
Y se marchó. Mientras entraban al banco de los magos, Gringotts, Harry les relató la historia de que se había encontrado con los Malfoy en Borgin y Burkes. Arthur encontró aquello muy interesante hasta que se dio cuenta de que los padres de Hermione (muggles) también se encontraban ahí. Luego se despidieron de Hermione cuando un duende de Gringotts condujo a Harry y a toda la familia de Ginny a sus respectivas bóvedas.
Después de visitar la cámara acorazada de la familia y sacar todo el dinero que les quedaba, el grupo se separó. Percy musitó vagamente que necesitaba otra pluma. Fred y George había visto y Lee Jordan. Arthur insistía en invitar a los Granger a tomar algo en el Caldero Chorreante. Harry, Ron y Hermione se quedaron en medio del callejón aún decidiendo a donde querían ir primero. Y Molly se disponía a llevar a Ginny a comprar su túnica de colegio.
- Nos veremos dentro de una hora en Flourish y Blotts para comprarles sus libros de texto – dijo Molly a todos mientras tomaba a Ginny de la mano - ¡Y no se acerquen a callejón Knockturn! – gritó a los gemelos.

Molly y Ginny se adelantaron unos pasos. Para cuado Ginny miró hacia atrás en busca de Harry, ésta ya había desaparecido con su dos amigos entre la multitud. Llegaron a la tienda de túnicas de segunda mano. Ginny se probó unas cuantas antes de encontrar la adecuada, una túnica no muy vieja pero sí algo descolorida. Le quedaba un poco grande, pero su medre le dijo que era para que le durara al menos los dos primeros años del colegio. Al salir de la tienda de túnicas, Ginny se dirigió con su madre a comprar su caldero. Para la felicidad de la niña, el necesitar un caldero de peltre (que no era muy costoso), logró que su madre le comprara uno nuevo, así que no tendría que usar alguno de los de sus hermanos. Lamentablemente el resto del material que usaría, no sería igual.
Ya habían pasado 45 minutos cuando la pequeña Ginny y su madre llegaron a Flourish y Blotts. El resto de los chicos aún no se aparecía por ahí, así que Molly comenzó a hacer fila con los libros que había tomado de Gilderoy Lockhart para que este los firmara. Ginny decidió esperar al final de la tienda, donde no había tanta concurrencia, pero de donde podía observar a su familia muy bien. Minutos más tarde llegaron los padres de Hermione con Arthur y se unieron a Molly, y detrás de ellos venían los gemelos cargando una enorme bolsa de lo que parecían ser bengalas del doctor Filibuster. Diez minutos después aparecieron Harry, Ron y Hermione, cargando cada uno un ejemplar de Recreo con la Banshee, encaminándose hacia el resto de los Weasley.
La fila se movía un tanto lenta, pero mientras avanzaba, Molly se retocaba el cabello mientras un fotógrafo pequeño y malhumorado rondaba por toda la tienda. Desde donde se encontraba Ginny, se podía apreciar cómo el gruñón hombrecito hizo a un lado a sus hermanos para tomar las mejores fotos, pero fue en ese momento cuando Lockhart se percató de la presencia de Harry, obligando al pobre muchacho a pasar al frente con él y posar para más y más fotos. << ‘Que hombre tan fastidioso’ >> pensó Ginny al ver la expresión, mezcla vergüenza mezcla frustración, de Harry; el hombre ya no le parecía tan simpático como antes. Ginny notó en la mirada de Harry su enorme deseo de salir de la situación, pero Lockhart no se lo permitía, al contrario, encontró el momento perfecto para darles la noticia de que sería su nuevo profesor de DCAO, y regaló a Harry toda su colección de libros. Fue hasta entonces que dejo ir al pobre muchacho.
<< ¡Oh, Dios mío! >> exclamó Ginny en su cerebro al ver que Harry se dirigía hacia ella con su montón de libros nuevos.
- Tenlos tú – le farfulló, metiéndolos en su caldero nuevo – Yo compraré los míos…
Ginny enmudeció unos instantes, ¡Harry le había regalado toda la obra de Lockhart nuevecita! Apenas se lo iba agradecer cuando una desagradable voz que arrastraba las palabras se oyó tras ella.
- ¿A que te gusta, eh, Potter? – dijo con aire despectivo. Harry se volteó para encontrarse cara a cara con Draco Malfoy. – El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería puede dejar de ser el protagonista.
Aquello era más de lo que Ginny podía soportar. ¿Cómo se atrevía a hablarle así a Harry, si no había sido su culpa?, ¿Cómo osaba molestarlo siquiera? Ginny sintió que no necesitaba su varita para hacerlo pedazos.
- ¡Déjalo en paz, él no lo ha buscado! – replicó, fulminando a Malfoy con la mirada, deseando poder pulverizarlo en aquel mismo instante.
- ¡Vaya, Potter, tienes novia! – dijo Malfoy, y Ginny lo odió aún más. ¿Cómo se atrevía a decir eso delante de Harry? Pero el tonto de Draco había puesto el dedo el la llaga, y Ginny solo sintió como su cara se volvía cada vez más y más roja hasta quedar como un reluciente tomate hervido. Ya no pudo decir nada más, pero deseaba estrangular a Malfoy. En aquel momento aparecieron Ron y Hermione al rescate.
- ¡Ah, eres tú! – Exclamó Ron con desdén - ¿A que te sorprende ver aquí a Harry, eh?
- No me sorprende tanto como verte a ti en una tienda, Weasley – replicó Malfoy – Supongo que tus padres pasarán hambre durante un mes para pagarte esos libros.
Ron se tornó de un rojo aún más brillante que el de Ginny. Soltó sus libros y fue hacia Malfoy, pero Harry y Hermione lo agarraron de la chaqueta.
- ¡Ron! – Exclamó Arthur, abriéndose camino a duras penas con Fred y Goerge - ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no se puede estar.
- Vaya, vaya… ¡si es el mismísimo Arthur Weasley!
En la puerta había aparecido el padre de Draco, con la misma cara puntiaguda y ojos fríos de color gris.
- Lucius – dijo el aludido, saludando fríamente.
- Mucho trabajo en el ministerio, me han dicho. Todas esas redadas… Supongo que al menos te pagarán horas extras, ¿no? – Dijo mientras se acercaba al caldero de Ginny y, sacando de entre los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo de la Guía de transformación para principiantes, rectificó – Es evidente que no. Querido amigo, ¿de qué sirve deshonrar el nombre de un mago, si ni siquiera te pagan bien por ello?
- Tenemos una idea diferente de qué es lo que deshonra el nombre de una mago, Malfoy – exclamó Arthur poniéndose aún más rojo que Ron y Ginny.
- Es evidente – dijo Malfoy observando a los Granger – por las compañías que frecuentas, Weasley… Creía que no podías caer más bajo.
Entonces el caldero de Ginny saltó por los aires con un estruendo metálico cuando Arthur Weasley se lanzó contra el señor Malfoy, que fue a dar contra una estantería haciendo caer cientos de pesados libros. Los gemelos gritaban “¡Dale, papá!” mientras Molly decía “¡No, Arthur, no!”
- ¡Caballeros, por favor, por favor! – gritó un empleado.
- ¡Basta ya, caballeros, basta ya! – gritó otra voz más fuerte.
Entonces Hagrid ya se acercaba a ellos y en un instante los separó. Uno tenía el labio partido y otro una Enciclopedia de setas no comestibles le había dado en un ojo. El señor Malfoy aún sujetaba en su mano el viejo libro sobre transformaciones. Ginny lo observó con temor cuando él se lo regresó de forma brusca.
- Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no tiene nada mejor que darte.
Ginny se sintió muy incomoda con la última mirada que le dio el señor Malfoy antes de salir de la tienda con su hijo. Recogió su caldero y comenzó a echar los libros que le había dado Harry.
- No deberías hacerle caso, Arthur – dijo Hagrid mientras lo ayudaba a levantarse del suelo. – En esa familia están podridos hasta las entrañas, lo sabe todo el mundo. Son una mala raza. Vamos, salgamos de aquí.
Cuando salieron de la tienda, los padres de Hermione aún estaban temblando del susto que se llevaron y Molly iba más que furiosa.
- ¡Que buen ejemplo para tus hijos…, peleando en público! ¿Qué habrá pensado Gilderoy Lockhart?
- Estaba encantado – repuso Fred - ¿No lo oyeron cuando salimos de la librería? Le preguntaba al tipo ese de El Profeta si podría incluir la pelea en el reportaje. Decía que todo era publicidad.
Los ánimos ya se habían calmado cuando el grupo llegó al Caldero Chorreante, donde Ginny, su familia, Harry y todo lo que habían comprado volvieron a la Madriguera utilizando los polvos flu. Antes de despidieron de los Granger, que abandonaron el bar por la otra puerta, hacia la calle muggle.

Llegaron a casa y Ginny, emocionada, se metió en su alcoba a organizar todas sus cosas. Pero no estaba emocionada por la túnica de segunda mano, ni por el libro de trasformaciones viejo que había tomado el señor Malfoy. Estaba emocionada por todos los libros que Harry le regaló. Examinó cada uno de ellos, nuevos, relucientes, con olor a pergamino nuevo y tinta fresca. La verdad, a Ginny no le importaba si esos libros eran nuevos o más viejos que su libro de transformaciones, con el solo hecho de que Harry se los había dado, era más que suficiente para quererlos. La niña pasó el resto de la tarde repasando su lista de materiales, aunque siempre se detenía más de diez minutos observando los libros de Lockhart como si deseara que Harry se apareciera por sus páginas. Con todas sus cosas en orden, Ginny se percató de algo. Dentro del viejo libro de transformaciones había otro, un poco más pequeño y delgado, de color negro y tapas muy desgastadas. La niña lo examinó de reojo y lo abrió. Solo habían escrito un nombre y el resto estaba en blanco. << ‘Bien, otro libro viejo para coleccionar’ >> se dijo un tanto fastidiada. Y lo dejó encima del resto de sus cosas del colegio antes de bajar a cenar.

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