jueves, 7 de febrero de 2008

Capítulo IV. ¿Era él ‘el chico que vivió’?

TOMO I: Inicia una vida.

Capítulo 4.- ¿Era él, 'el chico que vivió'?

Era temprano cuando regresaron a su casa aquella tarde. Arthur Weasley, el padre de Ginny, aún se encontraba en el trabajo, así que su madre se puso a trabajar en la cocina y con los quehaceres cotidianos que había dejado pendientes. Ginny aún estaba triste, pero ya no tanto por la partida de sus hermanos, sino por algo que le rondaba en la cabeza desde que vio a ese misterioso chico de ojos verdes sapo que resultó ser uno de sus más grandes héroes. Hasta entonces, ella había pensado que sería genial ser él, haber sobrevivido y derrotado a ese mago tenebroso, ser famoso y reconocido por todo el mundo, aunque se viviera con muggles. Ginny sabía que Harry Potter vivía con muggles porque su papá y hermanos le habían contado en alguna ocasión (o muchas, mejor dicho) que él se había ido a vivir con sus tíos, que eran muggles, luego de la muerte de sus padres, para su protección. << ¿Protección de qué? >> pensaba Ginny, si él había derrotado al más malvado mago de la época; pero su padre insistía en que era lo mejor. Ella había soñado tanto con conocerlo. De pequeña se imaginaba que Harry se enamoraba de ella en cuanto la conocía y se casaban, que tenían muchos hijos y vivían felices para siempre al otro lado de la colina. Aunque Ginny sabía que, cuando Harry sobrevivió, solo era un bebé, siempre se lo había imaginado alto, fuerte, lleno de confianza y grandes poderes. Se imaginaba que sus tíos lo mantenían en una especie de altar donde le cumplían todo lo que quería simplemente por haber hecho lo que hizo, y que lo trataban más que como su propio hijo y lo hacía muy feliz, más de lo que pudiera estar en el mundo mágico, ya que sus padres habían muerto y eran su única familia. Pero cuando lo vio por primera vez, incluso antes de saber que era él, supo que no era un niño feliz, lo descubrió en su mirada llena de tristeza y abandono. Hasta ese momento, Ginny se dio cuenta de lo que realmente él había hecho y lo que realmente ese hecho le había costado, lo que le había arrancado de su vida. Ginny se sintió agradecida, agradecida de tener a sus padres que la amaban y a sus hermanos que la cuidaban (aunque muchas veces se quejaba de que siempre la hacían a un lado y no le prestaban la más mínima atención). Y entonces pensó en Harry, y sintió el deseo de compartir lo que tenía con él, de darle el cariño que probablemente nunca tuvo. Ella lo admiraba por ser el “chico que vivió”, pero ahora pensaba en él como “el chico que necesita cariño”, y ella estaba más que dispuesta a dárselo.
- ¿Sigues triste por que se fueron todos?
Su madre se había quedado un rato observándola sentada en la mesa de la cocina. Ginny bajó la cabeza y pensó antes de contestar.
- No es eso – respondió al fin. Y evitando la mirada de su madre, agregó:
- Jamás me imaginé que Harry Potter, “el chico que vivió”… pues… fuera así.
- ¿Así?, ¿Cómo?
- Tan triste y… solo. Siendo que en nuestro mundo todos lo conocen y lo aprecian. ¿Cómo es que se ve así?
- No lo conocen, no en realidad – la corrigió su madre – Saben quien es, conocen su nombre, pero jamás lo han visto, así como nosotros no lo reconocimos cuando llegó. Todos estos años él estuvo con su familia muggle porque aún es un niño y tanta atención no es buena para él. El haberse quedado en nuestro mundo habría significado exponerlo a lo sucedido constantemente, además, todavía hay magos malvados que les encantaría hacerle daño.
- Tu dijiste que no era raro verlo solo. ¿Qué pasa con su familia?, ¿no lo quieren o qué?
­- No lo creo. Hay muchos muggles que detestan la magia. Además, no es raro, luego de todo lo que tuvo que pasar, incluso aunque haya sido solo un bebé.
Ginny se quedó pensando. Se quedó más preocupada por Harry Potter que por el resto de sus hermanos en el colegio.

*

Así pasaron los días, luego las semanas y los meses. El clima comenzaba a enfriarse y, ahora que ya ninguno de sus hermanos estaba, se sentía libre de andar por su casa sin que nadie la molestara. No era víctima de las bromas de Fred y Goerge (aunque pocas veces caía), no tendría que discutir con Ron por cualquier cosa insignificante, y no tendría que soportar las largas letanías de Percy con sus consejos sobre el comportamiento y las normas. Estaba sola para salir al campo, pasear por la casa y, lo mejor, practicar quidditch. Tenía tantas ganas de tener una escoba propia, pero eso no era posible sin embargo, no se lo pensó dos veces para buscar la vieja Estrella Fugaz de Ron que, aunque no era muy veloz, algo era algo.
Molly estaba en la cocina preparando la cena, así que la pequeña Ginny se escabulló al patio, entró en la escobera, buscó y rebuscó hasta que encontró la vieja escoba, de mango muy usado y ramitas un tanto desalineadas, pero que aún podía volar. Salió de la escobera, llegó a la cima de la colina hasta un claro rodeado por árboles y subió en la escoba, cuidando de no volar muy alto para no ser vista por la gente del pueblo de más abajo. Ginny ya tenía cierta experiencia en hacer eso, ya que desde que tenía 6 años, se veía obligada a practicar de aquella manera, siempre escondida de todas las miradas indiscretas, principalmente la de su madre y sus hermanos mayores, que nada sabían de su afición al quidditch. Transcurrieron un par de horas en las que la pequeña disfrutó volando de un lado a otro, buscado frutas entre los árboles y tratando de atrapar algunas aves antes de que lograran llegar a sus nidos; como no podía hacer magia, se las ingeniaba de esa forma para practicar. Uno de sus sueños era, aparte de entrar en Hogwarts, ser miembro del equipo de quidditch representativo de su casa, Gryffidor, jugar y ganar la copa del torneo y ser como su hermano Charlie o los gemelos, que siempre la emocionaban hablándole de todos sus partidos. Ya casi oscurecía y Ginny bajó de la escoba y se encaminó a su casa, no sin antes dejar en su lugar la escoba de su hermano.

Así pasaron los días hasta que ya se acercaba navidad y Molly se encontraba en la cocina leyendo el correo. Ahí venía una carta de Hogwarts.
- ¿Quién escribió, mamá?
- Es de Ron. Dice que él, Harry y Hermione son ahora muy buenos amigos.
- ¿Harry?… ¿Harry Potter?
- Sí
- ¡Que bien!, ¿Pueden venir para navidad?, ¿Se puede quedar con nosotros?
- No Ginny, recuerda que esta navidad la pasaremos con Charlie en Rumania. Por eso Ron dice que se quedará en el colegio para hacerle compañía a Harry. Además ¿Por qué estás tan interesada?
- Por nada – respondió rápidamente, ocultando la cara de su madre.
- Bueno, que te parece si mejor me ayudas a terminar este pastel de chocolate.
- ¿Para quién es?, ¿y ese jersey color verde?
- Son para Harry. Ron me escribió diciéndome que Harry piensa que no recibirá nada para navidad, que sus tíos ni se acuerdan de él, así que he decidido mandarle algo bonito.
- Claro que te ayudo, si es para Harry…

*

Las vacaciones en Rumania fueron muy interesantes. Charlie tenía ya numerosas cicatrices y quemaduras nuevas ganadas en su trabajo. Las dos semanas que permanecieron en aquel país, Ginny no dejaba de hablar de Harry, de sus hazañas en el colegio, las cuales conocía por las cartas de Ron. Charlie ya se estaba cansando de escucharla.
- … y ya este año empezó en Hogwarts. ¿Sabes que es el mejor amigo de Ron? Ron me dijo que en la noche de Halloween un enorme Troll se metió en el colegio y que él y Harry lograron derrotarlo, salvando a Hermione. Ahora los tres son muy buenos amigos. También dice que el profesor de Pociones, Snape, trata muy mal a Harry, dice que es incluso más desagradable que de costumbre. Yo no lo conozco, pero debe de serlo, ¿no crees?
- Imagino que sí, Ginny – dijo Charlie con gesto de fastidio.
- Ginny, creo que ya cansaste a tu hermano.
- Claro que no. ¡Le estoy hablando de Harry Potter!, ¡HARRY POTTER! No es cualquiera. Ron también me escribió diciéndome que es el nuevo buscador del equipo de Gryffindor.
- Un momento, ¿buscador? ¿Qué no se supone que está en primero? Los de primero no pueden entrar a ningún equipo todavía.
- Pues Ron me escribió diciendo que le dieron un permiso especial y que la profesora McGonagall le dio una Nimbus 2000 para que jugara. ¡Y ganó su primer partido! Ron me contó que fue genial.
- Pues vaya que tiene suerte. El jugador más joven en casi 100 años. Espero que ahora sí ganen la copa. No la habían ganado desde que fui buscador y capitán.
- ¡Hay!, claro que van a ganar, ¡Harry es el buscador!
- ¿Y crees que es mejor buscador que yo? – preguntó su hermano fingiendo algo de enfado.
- Pues no lo sé. A lo mejor sí. – respondió Ginny, siguiéndole el juego.
- Pues yo creo que no. Apenas tiene once años y si nunca antes había montado una escoba… ¿cómo puede ser el mejor buscador del colegio?
- Pues por algo lo escogieron, ¿no?, sin importar que solo tenga once años, tiene talento natural. Le dieron un permiso especial ¡ESPECIAL! El mismo director se lo concedió.
- Pues yo tendría que jugar contra él para demostrarte que soy mejor.
- No le ganarás.
- ¿No le ganaré porque él es bueno o porque tú no quieres que le gane?
Ginny abrió la boca, pero no dijo nada, entonces se puso tan colorada como un camarón y Charlie soltó una carcajada.

Así pasaron las vacaciones de navidad. Regresaron a Gran Bretaña y Ginny seguía emocionada hablando de Harry. Las cartas de Ron eran muy buena fuente de información.
Pasaron los meses y así llegó julio, y con él el fin de curso. Ginny ya estaba ansiosa de que el tren llegara. No podía esperar más para verlo otra vez, y menos luego de las grandes hazañas que había logrado al final del curso. Logró rescatar la piedra filosofal de el-que-no-debe-ser-nombrado y le enfrentó como muy pocos, ganaron la copa de las casas y estaba bien. Entonces, entre los andenes 9 y 10, aparecieron tres personas: Harry, Ron y Hermione pasaron juntos a la estación. Ginny no logró contener su emoción y comenzó a señalarlos justo desde donde se encontraba.
— ¡Allí está él, mamá, allí está, míralo!, ¡Harry Potter! — exclamó llena de emoción, ni siquiera había visto a ninguno de sus hermanos, solo tenía ojos para Harry Potter. —. ¡Mira, mamá! Puedo ver…
— Tranquila, Ginny. – exclamó su madre al verla tan excitada. – Es de mala educación señalar con el dedo.
Ginny bajó la mano pero su emoción no disminuyó. Ya no gritaba, tan solo lo contemplaba embelesada. Ahora pudo distinguir en el verde sapo de sus ojos que se sentía bien y estaba feliz, al menos más que cuando llegó por primera vez. Ahora se daba cuenta que le gustaba sus ojos detrás de esas gafas redondas. Y la sacudida que había sentido antes en su estómago se intensificó. Molly les sonrió.
— ¿Un año movido? —les preguntó.
— Mucho —dijo Harry—. Muchas gracias por el jersey y el pastel, señora Weasley
— Oh, no fue nada.
— ¿Ya estás listo?
Un hombre con el rostro púrpura, bigotes y con aire furioso contemplaba a Harry de una forma que haría retroceder a cualquiera. Detrás de él había una mujer delgada con cara de caballo y un muchacho tan gordo que parecía un enorme cerdo vestido de traje, ambos con aire aterrorizado ante la sola presencia del muchacho. << ¿Harry piensa irse con ellos? >> Se preguntó Ginny, asustada. No se podía creer que ellos eran la bondadosa familia que ella había imaginado. Ahora entendía la tristeza en la mirada de Harry.
— ¡Usted debe de ser de la familia de Harry! —dijo Molly Weasley.
— Por decirlo así — respondió el hombre —. Date prisa, mucha­cho, no tenemos todo el día. — Dio la vuelta para ir hacia la puerta.Ginny observó a Harry despedirse de sus amigos con una sonrisa burlona en sus labios. Cualquier cosa que él les dijo, lo hacía inmensamente feliz. El muchacho de marchó tras su tío y desapareció en la estación, mientras que Ginny regresaba a casa, con su familia.

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