viernes, 1 de febrero de 2008

Capítulo II. Aprendiendo a volar.

TOMO I: Inicia una vida.

Capítulo 2.- Aprendiendo a volar.

Seis años habían pasado ya desde aquella fatídica y gloriosa noche de Halloween, en la que el mundo mágico fue liberado del mago más terrible de la última década, y en la Madriguera, la pequeña Ginny Weasley crecía sana y fuerte junto a sus hermanos, en un mundo libre de oscuridad.
Desde muy pequeña, a Ginny le fascinaba escuchar las increíbles historias que su padre y sus hermanos Bill y Charlie le contaban acerca de un niño, el cual había derrotado aquel perverso mago del cual nadie pronunciaba su nombre, y había salvado al su mundo de caer en las tinieblas, siendo el único hasta la fecha que había sobrevivido a una terrible maldición.
- … y ¿qué fue de Harry Potter?, ¿dónde vive ahora? – preguntaba la pequeña pelirroja a su hermano mayor Bill, que estaba sentado revisando su lista de colegio, mientras le contaba la historia.
- Pues creo que se fue a vivir con unos parientes, que son muggles. Muy poca gente de nuestro mundo lo conoce o lo ha visto.
- ¿Por qué?
- Pues porque está al cuidado de su familia.
- Pero, ¿por qué?
- Pues, la verdad no lo sé. Papá dice que es para protegerlo.
- ¿Protegerlo?, ¿de qué?
- Pues imagino que todavía hay magos malvados que quieren hacerle daño.
- Pero el es muy poderoso, ¿no? Debe serlo, si derrotó a-quién-tú-sabes.
- Imagino que sí. Pero, como no lo conozco…
- Oye, Bill, ¿tú nunca lo has visto?
- No.
- ¿Te gustaría conocerlo?
- Claro, ¿a quien no?
- Pues algún día yo lo conoceré también y me casaré con él – dijo Ginny con resolución, ya que admiraba a aquel muchacho (aunque nunca lo había visto).
- Aún eres muy pequeña para pensar en esas cosas, ¿no crees?
En ese momento, entró Charlie con su escoba al hombro y acompañado por los gemelos y Ron.
- ¡Les digo que ganamos! – decía acaloradamente el pequeño Ron de 7 años.
- Eso crees tú, Ronnie, pero los que ganamos fuimos nosotros – respondió Fred.
- Es cierto – agregó George.
- ¿Qué pasa? – preguntó Bill al ver la discusión.
- Estuvimos jugando Quidditch con las escobas que nos trajo papá y los gemelos no quieren aceptar que Ron y yo les ganamos – contestó Charlie.
- ¡Eso no es cierto! – exclamaron los gemelos.
- Cuando quieran volvemos a jugar y les volveremos a ganar – dijo Ron.
- ¿Puedo jugar yo también? – preguntó Ginny.
- Claro que no, eres muy pequeña – dijo Ron.
- Mira quien lo dice – se escuchó la voz de Percy, que baja por las escaleras. – Tú eres solo un año mayor que ella.
- ¿Qué haces con la túnica del colegio puesta? – preguntó Charlie.
- Pues solo me la estaba midiendo – respondió su hermano un poco sonrojado.
- Yo también quiero ir a Hogwarts – dijo Ginny con entusiasmo.
- Aún te faltan 5 años para eso, Ginny – contestó Bill.
- No creo poder esperar tanto.
- Pues tendrás que esperar.
- Niños, más vale que ya preparen sus cosas porque mañana van andar a la carrera – dijo su madre asomándose por la cocina.
Los chicos pelirrojos obedecieron, pues también estaban ansiosos porque el día siguiente llegara rápido.

Al día siguiente Ginny fue la primera en levantarse. Se sentía emocionada de ir al andén 9 ¾ a despedir a sus tres hermanos mayores que ese día partirían al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Bill, el mayor de todos sus hermanos comenzaría el 5to curso, mientras que Charle, el que le sigue, empezaría el 3ro, había sido nombrado buscador del equipo de quidditch de Gryffindor el año anterior y por eso se la había pasado practicando todo el verano. Percy acababa de cumplir los once años, así que ese era su primer año en el colegio. Había estado algo pesado, midiéndose su túnica y revisando todos sus libros. << 'Aún no entra y ya leyó todos los libros, que ‘ñoño’. >> Pensaba Ginny de Percy, que parecía tomarse más en serio el colegio que el resto de sus hermanos.

- ¿Qué hacen? – pregunto Ginny con curiosidad a los gemelos cuando los sorprendió en la entrada de la habitación de Percy, y claramente estaban escondiendo algo.
- No estamos haciendo nada, Ginny – dijo Fred que trataba de aguantar la risa.
Ginny los miró unos instantes y luego sonrió.
- ¿No es ese el libro de la historia de Hogwarts de Percy?
- ¿De qué hablas? – respondió nervioso George.
- Sí, ese que tratan de esconder y que han pintado de naranja.
- Bien – dijo Fred con resignación – nos has descubierto. ¿Qué quieres para cerrar la boca?
- Nada.
- ¿Nada?
- Exacto, creo que les quedó muy bonito. Además, combina con el cabello y las pecas de Percy.
- Eso es, hermanita, así habla una Weasley.
Ginny solo sonrió y bajó a la cocina, donde su madre ya estaba preparando el desayuno.
- Buenos días mamá – saludó la pequeña.
- Buenos días, cariño. ¿Ya se han levantado tus hermanos?
- No lo sé, no los he visto.
- Pues creo haber escuchado a los gemelos andar por ahí. Espero que no estén tramando nada contra Percy. Siempre tiene la costumbre de molestarlo y…
Molly se detuvo al escuchar el grito de Percy desde su habitación, y un par chicos correr en dirección del patio riendo a carcajadas.
- Vaya con esos dos. Ahora me la van a pagar.
Y Molly salió de la cocina tras ellos. Ginny solo se reía. Sus hermanos gemelos siempre habían sido muy graciosos y traviesos, y a ella le gustaba ver lo que hacían.
Luego de un rato, los nueve Weasley’s se dirigían a Londres por medio de un traslador que los dejó en un callejón muy cerca de la estación King’s Cross. Al llegar a los andenes 9 y 10, los chicos aferraban los carritos con su equipaje y traspasaban la pared, entrando al andén 9 ¾. Para Ginny, aquella era la 5ta vez que iba, ya que desde que tenía un año de edad acompañaba a sus padres a despedir a sus hermanos en aquel andén.
- ¿Aún falta mucho para que yo vaya a Hogwarts?
- Así es Ginny.
- ¿Puedo meterme en la maleta de Bill para ir con el un rato?
- Claro que no.
- Bill, Charlie, Percy, que tengan un buen viaje y pórtense bien. Bill, sé que eres muy buen estudiante, pero no te confíes, los TIMO’s son exámenes muy difíciles, así que estudia más de lo normal. Charlie, ten cuidado en los partidos y no te expongas mucho, espero que este año sí ganen la copa. Por favor, los dos cuiden a Percy.
- Yo no necesito que me cuiden, mamá, yo sé cómo comportarme.
- Ya lo sé, cariño, pero aún así es tu primer año y no te vendría mal una orientación de tus hermanos.
- No te preocupes, mamá – dijo Bill – estaremos bien y te escribiremos.
- Sí, nos vemos en las vacaciones de navidad – exclamó Charlie.
- ¡Nosotros también queremos ir! – exclamaron juntos los gemelos.
- Dentro de dos años – contestó su padre.
- Falta mucho para eso – dijo Fred.
- Deberíamos colarnos en las maletas de Bill y Charlie – agregó George.
- ¡No se colarán a ningún lado! Ya veo de donde saca Ginny esas ideas.
Molly Weasley se despidió de sus tres hijos con un beso y un abrazo, al igual que su esposo. Cuando el tren hubo desaparecido en la esquina, el resto de la familia Weasley regresó de nuevo a casa.

Al día siguiente…
- Arthur, ya no quedan polvos Flu y Ron necesita más ropa, está creciendo muy rápido.
- Está bien querida, iré al callejón Diagon.
- ¿Podemos ir? – preguntaron los gemelos.
- ¿Tú que dices, cielo?
- Oh, está bien. Ron irá también, para que le midas la ropa.
- ¿Yo puedo ir?
- Lo siento Ginny, pero aún eres pequeña. Mejor quédate conmigo.
La niña miró suplicante a su madre, pero ella fue muy firme en su decisión. Al poco rato, Arthur, Ron, Fred y Goerge salieron de su casa. La pequeña Ginny se había quedado sola, casi como de costumbre. Su madre estaba en la cocina preparando la comida y a la pequeña pelirroja se le ocurrió una idea. Sigilosamente salió de la casa, llegó al armario de las escobas y tomó una de las escobas de segunda (o tercera) mano que su padre había llevado a sus hermanos, corrió hasta un claro. A Ginny siempre le había gustado el quidditch, o al menos desde que sabía lo que era y su hermano Charlie fue seleccionado guardián de su equipo. Lamentablemente, el ser la única mujer y la más pequeña de todos, para variar, provocaba que sus hermanos nunca le hubieran enseñado nada acerca de ese deporte, y menos dejarla subir a una escoba, así que tuvo que aprender espiándolos cuando ellos jugaban en el campo, vigilándolos desde la ventana de su habitación. Ginny estaba decidía a aprender a volar y jugar como ellos.
Aquella era la primera vez que la niña tomaba una escoba. Era más pesada de lo que se había imaginado (bueno, ella tiene seis años, que esperaban), y no parecía estar en muy buenas condiciones, pero eso no amilanó su ánimo. Con paso firme montó la escoba, aferró con toda su fuerza el palo y dio una fuerte patada al suelo. Al instante, la escoba comenzó a elevarse, no muy rápido, pero sí tomando bastante altura. Ginny pegó su cuerpo al palo de la escoba y comenzó a dirigirla. En los primeros intentos se iba de lado, tambaleándose peligrosamente, pero luego de unos minutos le agarró el truco y comenzó a virar a voluntar.
<< ¡Es más divertido de lo que pensé! >> pensó Ginny en sus adentros, sintiendo como el aire del campo azotaba su cara, haciendo ondear su cabello rojo. No sentía nada de vértigo, al contrario, estaba emocionada y cada vez aumentaba más la velocidad (aunque la escoba no podía ser más veloz que las mariposas). Luego de pasadas casi dos horas y media (Ginny no tuvo sentido del tiempo al estar volando) escuchó los distantes gritos de su madre que la llamaban a comer y algo así como que su padre y sus hermanos había vuelto. Rápidamente Ginny descendió. Con la escoba en su hombro corrió hasta llegar a la escobera por la parte trasera, donde podía permanecer oculta. En el momento en que su madre se volvió para buscarla en el otro lado del patio, la niña guardó la escoba y se alejó del lugar, esperando no despertar sospecha alguna. Llegó con su madre, le inventó que estaba recogiendo flores en el claro y luego entró con ella para comer.

Después de aquella fantástica primera vez sobre la escoba, Ginny no paraba de decirle a sus hermanos qua la invitaran a jugar, pues le había gustado bastante, pero éstos nunca accedían. Ella se molestaba y les gritaba, pero lo único que conseguía era que su madre la regañara por ponerles tanto ‘gorro’.
- ¡Es que no es justo! ¡Yo también puedo jugar!
- Claro que no, tienes apenas seis años y eres una niña. Es demasiado peligroso para ti.
- ¡QUIERO JUGAR! – gritó Ginny a su madre, y fue tal su coraje que hizo explotar el tazón de la cena, con la cena.
- ¡Basta, Ginny! – Exclamó su madre, ya molesta – Tranquilízate o te irás castigada a tu habitación sin cenar.Los ojos castaños de Ginny se llenaron de lágrimas y furia, pero ya no dijo nada. Entonces la niña decidió ya no pedirles que la invitaran, tampoco pedirle permiso a su madre. Ella solo tomaría las escobas de sus hermanos cuando tuviera la oportunidad y practicaría a escondidas, así podría sorprenderlos a todos y cerrarles sus enormes bocas, las mismas bocas que decían que ella no podía jugar quidditch.

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