sábado, 16 de febrero de 2008

Capítulo X: La angustia de Ginny.

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 10.- La angustia de Ginny.

Con el pasar de los días, el clima se volvía más y más frío, y los relatos a cerca del heredero de Slytherin no cesaban de aparecer por todos los rincones del colegio. Ginny se sentía tan angustiada que le era difícil controlarse. Además, sus pesadillas comenzaron a empeorar. Y para rematar, todos sus compañeros de clase comenzaban a insinuar que Harry había sido el responsable de lo ocurrido.
- ¿Entonces crees que es él? – preguntó un niño de cabello rubio Hufflepuff a otro de Ravenclaw durante la clase de transformaciones, mientras intentaban cambiar unas cerillas en alfileres. Ginny se sentaba dos lugares detrás de ellos junto a Luna Lovegood.
- Me lo dijeron unos alumnos de quinto. Muy probablemente es él. Si tuvo el poder de acabar con quien-tú-sabes, tiene el poder de transformar los animales en piedra, ¿no crees?
- Pues, a lo mejor sí, digo, lo encontraron justo en el lugar.
- Pero si es él o sus amigos, deberían expulsarlos, ¿no?
- Deberían.
- Que bonito – exclamó Luna con voz soñadora, haciendo que Ginny distrajera su atención de aquella conversación.
- ¿Qué dices, Luna?
- Mira – le mostró su medio alfiler. – Ahora brilla más de arriba que de abajo. ¿Qué te pasa?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Te ves muy preocupada. ¿Te sientes mal? ¿Se te ha metido un torposoplo?
- ¿Un qué? – preguntó Ginny, un tanto distraída.
- Son criaturas invisibles que te embotan el cerebro. Hoy no he sentido ninguno, pero nunca hay que confiarse, puedes meterse por tus orejas cuando menos te lo esperes.
- Bueno, – alegó Ginny. – No creo que sea nada de eso. Pienso que es el catarro.
- Ah, ya veo. Entonces cuídate de los polespenos, se meten por la nariz y cuando tienes un resfriado, se te pegan en el moco y no te dejan respirar.
- Lo haré – contestó Ginny con una leve sonrisa. Al menos Luna le había hecho el momento agradable.
Al terminar la clase Ginny y Luna se toparon con Colin y los otros dos chicos.
- ¡Ginny! ¿Ya te conté?
- ¿Qué pasa Colin?
- Mark y Joe piensan que Harry es el heredero de Slytherin.
- ¿Ah, sí? – respondió, y no pudo evitar palidecer un poco ante aquella posibilidad.
- Sí, Ginny – dijo Joe. – Es más, tu hermano conoce a Potter. ¿Crees que él también tenga algo que ver? ¿Crees que lo haya ayudado a petrificar a la señora Norris?
- ¡Claro que no! – exclamó Ginny, aún más angustiada que antes.
Se dio la vuelta y se marchó rápidamente, pero la preocupación de su pecho aumentó demasiado hasta que no pudo soportarlo. Encontró un aula vacía abierta y entró en ella. Sentándose en la última butaca, ya no pudo contener el llanto. Tenía miedo que continuaran acusando a Harry y a Ron, tenía miedo de que los expulsaran, tenía miedo de que otro ataque se diera. Pero tenía más miedo del verdadero heredero, no entendía porqué la idea de ese sujeto la angustiaba de aquella forma. Eso sin mencionar que sus pesadillas eran más frecuentes y se sentía tan atrapada en ellas que incluso despierta sentía temor.
Pero, medio de todas aquellas tribulaciones, Tom era el único amigo verdadero que tenía, ya que era el único a quien podía confiarle sus problemas y que de verdad le interesara. Solo Tom la ayudaría.
Pasó un buen rato metida en esa aula hasta que alguien más entró.
- ¡Ginny! ¿Qué haces aquí?, ¿Qué te pasa?
Percy, uno de sus hermanos, la había escuchado llorar desde el pasillo.
- N-nada, e-estoy bien.
- ¿Es por lo de la señora Norris? No te preocupes. Ya encontrarán la cura para ella.
- N-no e-es solo e-eso.
- ¿Piensas que expulsarán a Ron, Harry o Hermione porqué los encontraron en el lugar?
Ginny asintió levemente. Después de todo, Percy jamás entendería sus verdaderas preocupaciones.
- Ellos no fueron responsables, te lo aseguro. No los expulsarán. Tranquilízate y ven conmigo. Ron mismo te lo explicará.
Llevó a Ginny a la sala común, donde Harry y Ron se encontraban terminado algunos deberes de pociones.
- ¿Qué pasa? – preguntó Ron al ver la expresión severa de Percy y los ojos lloroso de Ginny.
- No es nada – dijo Percy. – Ginny solo está preocupada por lo que le vaya a suceder a la gata de Filch. Y piensa que ustedes tuvieron algo que ver.
Ginny bajó la mirada, incapaz de contradecir a su hermano mayor.
- Pero eso es una tontería. El mismo Dumbledor sabe que no fuimos nosotros.
- ¿Lo ves Ginny? – dijo Percy a su hermana. La niña asintió levemente.
- ¿Qué ocurre?
En aquel momento entraban los gemelos a la sala común.
- ¿Qué tienes, Ginny? – preguntó Fred.
- Ginny solo esta preocupada por la señora Norris.
- Pues no deberías – dijo Goerge. – Ya verás que tarde o temprano regresará a rondar los pasillos y atrapar estudiantes in fraganti.
- Aún así me preocupa – exclamó Ginny en un susurro apenas audible.
- Pero si no conocías a la señora Norris – dijo Ron para tratarla de animar. – La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. – La niña sintió un escalofrío de espanto y le tembló el labio. – Mira, cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Solo espero que le den tiempo para petrificar a Filch antes de que lo expulsen. ¡Esto es broma…! – añadió al ver como su pequeña hermana se tornada de un blanco papiro.
- ¡Ron, no le digas eso! – exclamó Percy, furioso. – No les hagas caso, Ginny. Ve a cenar algo y luego regresas a dormir un rato, aún te ves muy pálida.

Los días iban pasando conforme el clima se enfriaba, dando paso a noviembre. Otra vez, Percy encontró a Ginny metida sola en el baño, llorando. Su hermano volvió a explicarle que ni Ron, Harry o Hermione tenían nada que ver con el ataque a la gata del conserje y que no los expulsarían, pero la niña no decía nada. Ella creía plenamente en la inocencia de Harry y su hermano, pero era aquella terrible angustia que se había apoderado de su corazón la que la mantenía así y, obviamente, ninguno de sus hermanos podría entenderla, solamente podría hacerlo Tom. Así, la noche previa al partido de Quidditch volvió a platicar con su mejor amigo.
<< ‘Querido Tom – comenzó – aún estoy asustada, no he podido dormir muy bien que digamos, he tenido horribles pesadillas. Creo que algo me sucede, olvido cosas muy a menudo.’ >>
<< ‘No creo que debas preocuparte. La escuela puede ser estresante.’ >>
<< ‘Hay alumnos que piensan que Harry es el heredero de Slytherin, tengo miedo que lo vayan a culpar de algo.’ >>
<< ¿Tú crees que él es el heredero? >>
<< ¡Claro que no, Harry jamás haría algo así! >>
<< ¿En serio? >>
<< ¡Por supuesto, Harry ya salvó al colegio antes y lo hará de nuevo. Él no se quedará tranquilo hasta averiguar quien fue el responsable de lo que le sucedió a la gata de Filch! >>

Al día siguiente, Ginny se dirigió junto al resto de sus compañeros a ver el primer partido de quidditch de la temporada: Gryffidor vs Slytherin. Era un día bochornoso que amenazaba con tormenta. Y comenzaron a salir, primero los de Gryffindor, entre vítores y porras no solo de su casa, sino también de las casas de Hufflepuff y Ravenclaw, que los apoyaban. Luego salieron los Slytherin’s. Para la sorpresa de muchos, a al menos de Ginny, éstos montaban excelentes escobas nuevas Nimbus 2001. El partido comenzó. Ginny nunca había presenciado un verdadero partido de quidditch en Hogwarts. Todas las geniales historias que sus hermanos le contaban eran ciertas. La afición, las porras y el extraordinario juego, todo era fantástico. Ginny pudo observar entre el cielo medio nublado al buscador del equipo de Gryffindor volar muy alto. Se sintió un poco preocupada por él, ya que una bludger estuvo a punto de golpearlo, pero uno de sus hermanos la desvió. Al poco rato, Ginny se dio cuenta de que esa bludger solo perseguía a Harry, lo cual era muy extraño. Entonces comenzó a llover y el juego se detuvo unos instantes, cuando Slytherin ganaba 6 – 0. Regresaron al juego luego de unos minutos. La bludger continuó cazando a Harry por el resto del partido, pero ya no lo defendía nadie. Entonces, en un momento, Harry se detuvo y la bludger lo alcanzó. Ginny soltó un grito de terror al verlo apenas suspendido en la escoba, aún tratando de atrapar la snitch. Y lo consiguió, atrapó la rebelde pelotita dorara y cayó de su escoba. Varias personas corrieron a su encuentro, entre ellos estaba Colin, con su cámara fotográfica. Por un momento Ginny pensó en ir también, pero reprimió ese impulso << ‘no tiene caso’ >> se dijo con una amarga sonrisa, al ver como Ron y Hermione lo ayudaba a llegar a la enfermería. Una vez más, lo contempló desde lejos.

Ginny tuvo toda aquella tarde la intención de visitar a Harry en la enfermería, deseaba ante todo saber como se encontraba, pero no tenía el valor de ir. Colin le dijo que el profesor Lockhart le había desaparecido todos los huesos del brazo derecho y que debía quedarse en la enfermería hasta que los recuperara.
- Esta noche iré a visitarlo – dijo Colin a Ginny antes de la cena, mientras los dos estaban en la sala común – Nunca he andado solo por el castillo de noche y me da algo de miedo, ¿Quieres venir conmigo?
- No lo sé, Colin – respondió Ginny – nos pueden atrapar y castigar.
- Pero quiero saber como está Harry, además le tengo un regalo.
Y le mostró un racimo de uvas en una pequeña canasta. Ginny meditó un momento.
- Está bien, iré contigo.

Aquella noche, Ginny alcanzó a Colin en la entrada del retrato de la señora gorda.
- Gracias por acompañarme. Es castillo puede parecer terrorífico de noche.
- Sí – respondió Ginny vagamente.
Sucedía algo extraño. Ginny sentía que iba como flotando y en cámara lenta, incapaz de controlar sus movimientos, repitiendo en su cabeza la últimas palabras que Tom le había escrito. Apenas y ponía atención a lo que Colin le decía.
- Necesito ir al baño, Colin. Te alcanzaré en la enfermería.
Dijo de repente. Y las palabras habían salido sin ser planeadas, tanto que ni siquiera Ginny estaba conciente de haberlas dicho. Alcanzó el baño del segundo piso. Myrtle, la llorona se encontraba gimiendo en su cubículo, como de costumbre. Al escuchar ruidos salió para ver quien era.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó a Ginny con enfado entre sollozos.
Ginny se limitó a mirarla fríamente, con una sonrisa cruel en sus labios.
- ¿Te pregunto que qué haces aquí?
- Fantasma estúpida.
- ¡¿Qué dijiste?!
- Nunca fuiste nada en vida… ahora eres nada en la muerte.
Myrtle soltó un fuerte sollozo y salió disparada por una cañería hasta que sus gritos desaparecieron en las tuberías. Ginny volvió su vista a uno de los lavamanos y, entonces, con un siseo extraño pronunció: Ábrete.
El grifo giró y el lavamanos se hundió, dejando un hueco. Se deslizó por el y llegó a un túnel oscuro, por el que caminó hasta encontrar una pared con serpientes talladas en ella. Volvió a decir: 'Ábrete'. Su voz fría como nunca se le había escuchado resonó en la caverna mientras la pared se movía, abriéndose otro hueco. Ginny entró por él hasta un gran salón. Llegó rápidamente hasta la estatua más alta de un hombre, al fondo de la cámara. Se detuvo frente a ella. De su interior un ruido de algo gigante moverse llegó hasta ella. Sus labios se curvaron más en una sonrisa malévola. Entonces pronunció: 'Háblame, Slytherin, el más grande de los cuatro de Hogwarts'. La boca de la estatua se abrió y de ella salió una enorme serpiente. Los ojos de Ginny despedían una mirada fría de destellos rojos que opacaban su castaño normal en la penumbra tenuemente iluminada. Sin mirarle directamente dijo con otro silbido: 'Mata al sangre-sucia, va rumbo a la enfermería'. Y la serpiente obedientemente se marchó por una de las tuberías. Sin esperar mucho tiempo, Ginny regresó por donde había llegado. Caminó deprisa hasta alcanzar la torre de Gryffindor. Finalmente llegó a su alcoba donde tenía el diario abierto sobre su cama. Lo cerró con cuidado y se acostó, con él abrazado.

Era la mañana del domingo. El sol apenas se asomaba por la ventana de la habitación de las chicas de primer año de Gryffindor cuando Ginny abrió los ojos. Nuevamente se sentía cansada y con dolor de estómago. Traía puesta su túnica, pero estaba muy sucia y un poco húmeda. Estaba desconcertada, lo último que recordaba era haber estado sentada en la orilla de su cama contándole a Tom lo del partido de quidditch donde Harry se había lastimado el bazo. Salió de su dormitorio y encontró a su hermano Percy muy arreglado para ser domingo.
- Buenos días, Ginny – le dijo alegremente. Aparentemente estaba de muy buen humor. – Es algo temprano para que vayas a desayunar, ¿no crees?
- Sí – respondió ella.
- ¿Estás bien? – preguntó suspicaz. – Te vez muy pálida esta mañana. ¿Seguro que duermes bien?
- Sí, estoy muy bien – respondió tratando de sonar convincente, pero Percy la miraba fijamente y con algo de recelo.
- De unos días para acá te he notado muy distraída y callada. Tú no eres así. ¿Dónde está la niña extrovertida que nunca se calla?
- Sigo siendo la misma – dijo Ginny, aunque ella mismo no lo creía.
- Bueno – dijo al fin Percy, no muy convencido. – Tengo algo importante que hacer en la biblioteca. Ve a desayunar.
Pero antes de bajar a desayunar, Ginny se encontró escribiendo nuevamente en su diario.
<< ‘Querido Tom, Percy me sigue diciendo que estoy pálida y que no parezco yo. Creo que sospecha de mí. ¡¿Qué me pasa Tom?!’ >>
<< ‘A ti no te pasa nada, es solo tu imaginación.’ >>
<< ‘No puede ser solo mi imaginación. Esas pesadillas. Siento que todos me miran.’ >>
<< ‘Solo tienes un poco de estrés, no te preocupes.’ >>

Ginny bajó a desayunar luego de un rato. Esperaba encontrar a Colin emocionado hablando del partido o de Harry. Pero no lo vio por ningún lado. Al regresar a la sala común, sus compañeras de cuarto hablaban muy misteriosas en un rincón junto con los chicos de primero, curiosamente, Colin tampoco estaba con ellos. Ginny se les acercó cuando Amanda, la chica que dormía en la cama junto a ella, le hizo señas de que fuera con ellos.
- ¿Qué sucede? – preguntó Ginny.
- ¿No te has enterado? – dijo Amanda. Todos lucían aterrorizados.
- ¿De qué?
- Hubo otro ataque – dijo Jack – justo anoche.
Ginny palideció tanto y tan de repente que sus compañeros se alarmaron.
- ¿Estás bien? – preguntó Sara, otra de sus compañeras.
- ¿Quién… quién fue…?
- Colin – respondió consternado Andrew.
Ginny se desplomó en el sillón junto a ellos.
- Ha sido terrible – comentó Amanda. – Hace un rato que la profesora McGonagall le dijo al profesor Fickwick.
- Cuando lo supimos, no pudimos creerlo. ¿Ahora que pasará con nosotros?
- ¿Por qué ‘con nosotros’? – inquirió Ginny.
- Pues… somos los de primero, aún somos muy pequeños y no sabemos casi nada de magia. Nos atraparán muy fácil.
- Lo que debemos hacer es nunca estar solos – agregó Andrew. – A Colin lo atacaron porque estaba solo, igual a la gata. No nos pueden atacar a todos juntos, ¿verdad?
- Tienes razón – coincidió Jack.
- ¿Segura que estás bien Ginny? – preguntó Amanda al ver el semblante te la pelirroja.
- Sí… sí… estoy bien… necesito irme.
Y sin más explicación, subió a su cuarto, sacó el diario de Tom y comenzó a escribir.
<< ‘Querido Tom, ha sucedido un ataque, pero esta vez fue un alumno de primero, uno de mis compañeros. Estoy muy asustada.’ >>
<< ‘Tu amigo salió de noche por el castillo, eso no está permitido…’ >>
<< ¡¿Crees que se merecía lo que le pasó por desobedecer las normas?! >> Escribió Ginny, escandalizada.
<< ‘Claro que no, pero si sabía que había un loco suelto atacando a los hijos de muggles, debió pensar mejor las cosas.’ >>
Ginny pensó que Tom tenía razón, pero no lo escribió. Harry y Ron siempre andaban fuera del dormitorio a deshoras y nunca les había pasado nada más que un castigo. El miedo creció más en su corazón. Como si Tom lo hubiera sentido también, aparecieron unas palabras.
<< ‘Estás muy asustada, ¿verdad?’ >>
<< ‘Sí.’ >>
<< ‘No lo estés. Ya verás que esto pronto acabará.’ >>

Para la mañana del lunes, todo el colegio sabía que Colin yacía como muerto en la enfermería y un miedo pandémico se extendió en todos los estudiantes, sobre todo los de primer año. Había rumores y sospechas por doquier, y el blanco principal de esas sospechas continuaba siendo Harry. Ginny se alarmaba cada vez que escuchaba el nombre de Harry en las conversaciones del resto de los alumnos cuando trataban el tema del heredero. Su corazón le decía que él era inocente, pero no había forma de probarlo. Como lo habían dicho sus compañeros, todos los de primer curso viajaban en grupos de aula en aula, mirando recelos a cada rincón oscuro y alumno mayor que pasara junto a ellos. Pero Ginny no viajaba con ellos. Eso la hizo presa fácil para las bromas de Fred y George.
Una tarde Ginny caminaba por un pasillo solitario, acababa de salir de su clase de DCAO cuando percibió algo moverse cerca de la pared. De pronto algo grande y peludo saltó sobre ella, rugiendo y gimiendo como alma en pena.
- ¡AAAHHH! – gritó Ginny cuando la cosa se le acercó más. Soltó su todo lo que traía en los brazos y cayó de rodillas con las manos en la cara.
- Tranquila, Ginny, soy yo – la voz de Fred se escuchó bajo la piel peluda.
- Vaya, hermanita, si que te asustas con facilidad – exclamó Goerge saliendo de detrás de una estatua.
Ginny aún no se levantaba. Estaba temblando de pies a cabeza, pero comenzó a recoger sus cosas sin mirar a ninguno de sus hermanos. Se levantó aún con la cabeza gacha y se marchó corriendo.
Por los siguientes días, Ginny continuaba viajando sola, y sus hermanos continuaron jugándole bromas del mismo tipo. Cada vez que una enorme criatura con una piel diferente aparecía delante de ella, Ginny sentía que su corazón se le iba a salir del pecho, porque en cada ocasión, ella siempre pensaba que era el verdadero heredero o la horrenda criatura de sus pesadillas, que ya ni despierta la dejaba.

- ¡Ya basta! – gritó Ginny a Goerge cuando, por enésima vez, salió de un escondite y la asustó.
- Es para que aprendas la lección – le dijo Goerge con una sonrisa de satisfacción que desapareció cuando una finas lágrimas salieron de los ojos de su hermana.
Justo en ese momento Harry, Ron y Hermione pasaba por el pasillo hacia su clase de Transformaciones.
- Vamos, Ginny, no te pongas así, es solo una broma… - comenzó a decir Fred cuando Percy apareció también.
- ¡¿Qué creen que hacen?!
- Nada… solo una pequeña bromita y…
- ¡Más les vale que la dejen tranquila!, ¿Qué no ven lo que le están haciendo?
- No le hemos hecho nada.
- ¡¿A caso no la ven como está de angustiada y pálida?! ¡Por su culpa ya no puede dormir!, ¡ustedes le han provocado pesadillas horribles!, ¡creen que no me doy cuenta!, ¡pero mamá se va a enterar de esto!…
Percy continuó reprendiendo un rato más a los gemelos hasta que un alumno de tercero pasó por ahí llevando una gran cargamento de amuletos y talismanes para vender en su sala común.

Capítulo IX: La petición de Tom.

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 9.- La petición de Tom.

Pasó la primera semana de colegio y Ginny estaba algo atareada con toda la cantidad de deberes que le habían encargado, desde transformaciones hasta pociones, que era la que menos le gustaba, ya que Snape tenía la desagradable tendencia de favorecer a los de la casa de Slytherin. Todas las materias eran complicadas y requerían bastante concentración.
Para el viernes de la primera semana, Ginny se sentía cansada. Pero no solo era la abrumadora cantidad de deberes, << ‘sí – se decía a sí misma – es mucho trabajo, pero no tanto para sentirme así’ >> Si se le hacía difícil el colegio al comienzo, no se imaginaba como sus hermanos habían pasado tan campantes cada año. Pero la verdad era que no eran las tareas las que la tenían casada. Hacía un par de días, desde que Tom le contara que él mismo había estado en Hogwarts y otras cosas de su estancia en el colegio, cosas extrañas, que ella se había vuelto más aprensiva, ya que su querido Tom también le había solicitado un favor: visitar el baño de niñas del segundo piso. La verdad, Ginny no se imaginaba que debía buscar ahí, pero aún así fue y se topó con Myrtle la llorona, una fastidiosa fantasma que siempre rondaba aquellos baños. Al entrar Ginny al lugar, la fantasma le dio un tremendo susto.
- ¿Qué haces aquí? – Preguntó Myrtle con desdén.
- N-nada – respondió Ginny en un susurro. – S-soy de primero y me urgía un baño – inventó rápidamente. - ¿Te molesta que entre?
Myrtle la miró por un momento muy suspicazmente y luego dijo:
- Este es mi baño. Así que será mejor que no se te haga costumbre venir a interrumpirme.
- Pero no estás haciendo nada.
- ¡Típico de los vivos, siempre son insensible y no les importa nada de lo que yo haga o deje de hacer!
Y dando un ensordecedor chillido, se sumergió en uno de los retretes y desapareció. Ginny se quedó algo desconcertada, pero ya no le prestó atención. Sacó su diario y comenzó a escribir en él.
<< ‘Ya estoy aquí, Tom. ¿Qué necesitas que busque o que haga?’ >>
Las letras escritas por Ginny desaparecieron para reaparecer las siguientes:
<< ‘Tú has sido una gran amiga para mí, Ginny y necesito que me hagas un favor’ >>
<< ¿De que se trata, Tom? >>
<< ‘Ahora lo sabrás…’ >>
Las siguientes palabras que se dibujaron en la página eran irreconocibles para Ginny. De pronto, todo sonido de agua goteando y los distantes gemido de Myrtle la llorona que habían a su alrededor cesaron y ella no podía ver otra cosa que no fueran aquellas palabras. Su contorno comenzó a cambiar y Ginny sintió que no podía mover ningún músculo del cuerpo. Se fue perdiendo más y más en aquellas palabras incoherentes hasta que éstas desaparecieron y un punto de luz en el centro de la página la cegó por un instante. Paso un momento, Ginny reaccionó de nuevo, pero ya no se encontraba en el baño de las niñas, sino cerca de la cabaña de Hagrid, escondida detrás de un árbol. Hagrid se metía a su cabaña llevando algo muerto en las manos. Se sentía cansada y con ganas de vomitar. Vio que ya era tarde, casi anochecía. Y también se dio cuenta de algo más. En su túnica había una gran cantidad de plumas de gallo y sus manos estaban un tanto doloridas. Una angustia terrible apareció en su pecho, ¿Qué hacía ahí y porqué tenía plumas en su túnica? ¿Qué había hecho? No tenía ni idea. No llevaba su mochila ni el diario consigo. No recordaba haberlo dejado en su alcoba. Entonces le entró miedo de haberlo olvidado en algún otro lugar y haberlo perdido. Se sacudió todas las plumas de su traje y, vigilando cuidadosamente que nadie la viera, salió corriendo rumbo al castillo. Pero antes de alcanzar alejarse unos metros, Hagrid salió nuevamente de su cabaña.
- Hola – saludó alegremente – Tú debes ser la hermana pequeña de Ron, ¿cierto?
- Sí – respondió Ginny, no teniendo más remedio que acercarse a Hagrid para no lucir sospechosa.
- Te reconocí por el color de tu cabello. ¿Qué haces por aquí?
- Nada, solo contemplando el campo. Tienes unas calabazas enormes – comentó para hacer un tema de conversación alejado de su presencia ahí.
- Sí, son para la noche de Halloween. Aún les falta crecer un poco.
Para Ginny, aquellas calabazas ya no debían crecer más a menos que fuera magia en lugar de agua con lo que las regaba.
- He visto en mis primeras clases de Herbología que hay hechizos fertilizantes, ¿le has echado uno?
- Algo por el estilo – se sonrojó Hagrid.
- Bueno – dijo Ginny, ya desesperada por marcharse de ahí para buscar su diario. – Está bien, creo. Me tengo que ir. Tengo tarea.
Y se fue corriendo.
Al llegar a la torre de Gryffindor, casi sin aliento, buscó entre todas sus cosas y encontró su tan querido diario en el fondo del baúl. Lo sacó y lo abrazó fuerte, luego sacó una pluma y comenzó a escribir en él. Se sentía muy angustiada y necesitaba hablarlo con alguien, y la única persona en la que confiaba era Tom Riddle.
<< ‘Querido Tom, – escribió muy rápidamente – creo que estoy perdiendo la memoria. He encontrado plumas de gallo en mi túnica y no sé porqué están ahí. Tampoco sé como llegué a los terrenos del colegio. No me he sentido muy bien estos últimos días.’ >>
Tom tardó un rato en contestar.
<< ‘No te preocupes – respondió al fin – Yo también estuve en el colegio y las tareas me quitaban todo lo demás de la cabeza, a veces se me olvidaba hasta comer.’ >>
<< ¿Estás seguro que solo es eso, no es algo más grave? >>
<< ‘Claro que no. Has tenido mucho trabajo y estas cansada. Es el estrés normal del colegio. Lo que debes hacer es dormir un poco, ya mañana te sentirás mejor.’ >>
Ginny no parecía muy convencida, pero si Tom le decía que no debía preocuparse, ella le haría caso.

Al día siguiente era el primer sábado de septiembre. Tal vez fue el hablar con Tom o que había dormido hasta bien tarde, que ya se sentía con más energía, incluso había olvidado el pequeño incidente del día anterior. Se levantó a desayunar y luego de vuelta a la sala común, no le apetecía salir. Cuando se sentó en un mullido sillón para platicar con Tom, Colin Creevey entró por el hueco del retrato acompañado por unos alumnos de cuarto.
- …entonces me dijeron que ese chico rubio, creo que se llama Malfoy, le dijo algo así como ‘sangre sucia’ y todos se pusieron histéricos.
- ¿De verdad le dijo así? Que grosero – exclamó indignado uno de los chicos.
- ¿Qué pasó después?
- Pues según esto, el amigo de Harry, el pelirrojo, intentó hechizarlo, pero no le salió. El hechizo le pegó a él mismo y comenzó a escupir montones de babosas, fue genial.
- ¡Wiiiiuuuuu! – exclamaron todos aquellos que los escucharon.
- Harry se fue con su amigo a donde el guardabosques…
Ginny, que había escuchado parte de la conversación, se preocupó por su hermano, pero esa preocupación desapareció cuando volvió a sentirse un poco débil, antes de la cena. Al regresar a la sala común se topó con Hermione y ella le comentó que Ron ya se encontraba bien pero que ahora, tanto él como Harry, se encontraban cumpliendo sus castigos.
Ginny no acudió a cenar, mejor se fue a dormir temprano. Pero antes de acostarse tenía el insistente deseo de hablar con Tom, era como si casi la estuviera llamando desde sus blancas páginas. Abrió el libro y lo observó largo rato sin escribir nada. Entonces, como si Tom supiera que ella lo tenía en sus manos abierto, una inscripción apareció.
<< ‘Puedo ver tu corazón, Ginny… ahora me pertenece… ahora eres mía…’ >> y el resto ya no tuvo sentido. Ginny cerró lentamente sus ojos, aún observando aquella inscripción hasta que desapareció en la oscuridad y ya no supo más.

Ginny abrió los ojos. Estaba recostada en su cama, pero estaba completamente vestida y mojada, como si acabara de llegar de debajo de la lluvia. Otra vez sentía nausea y dolor de cabeza. Estaba agotada y temblorosa, mas no entendía porqué. Observó el reloj y era pasada la media noche. Se sentía realmente enferma. Se dio vuelta en la cama y se quedó completamente dormida, sin haberse quitado siquiera la túnica.

A partir de aquella noche, Ginny comenzó a tener extraños sueños donde había un cuarto enorme y frío, completamente oscuro y aterrador, que la hacían sentir atrapada. Ojos de un color escarlata la perseguían a donde quiera ella que iba. Cada vez que tenía esos sueños, Ginny ya no podía conciliar el sueño. Pasaba la mayor parte de la noche con los ojos bien abiertos indagando en la oscuridad el porqué de aquellas pesadillas.
Así llegó octubre, y con él un frío húmedo que la niña asociaba a la oscuridad de sus sueños. Durante aquel trimestre se extendió por todo el colegio una epidemia de catarro, atacando tanto a profesores como alumnos. Ginny, llevaba varios días bastante pálida, incluso antes de la epidemia, razón por la cual no dejaba de ser molestada por su hermano mayor Percy.
- Yo insisto – decía Percy una tarde de mediados del mes en la sala común.
- En serio, estoy bien.
- Claro que no. Mírate, estás pálida y debilucha. Mamá tendría mucho que decir al respecto si te viera así.
- Es que no quiero Pepperup, te digo que me encuentro bien. Además no quiero que vapor me salga por las orejas.
- Nada de eso. Tomarás la poción y te irás a la cama después de la cena. Si no te mejoras no irás al banquete de Halloween que será en unos días.
Sin mucho ánimo, la niña aceptó, con tal de que su hermano dejara de insistirle.

Llegó el 31 de octubre. Era tarde y todo el colegio estaba ansioso por ir al banquete de Halloween. A las 7:30 de la noche, Ginny estaba sentada al lado de Colin Creevey en el gran comedor cuando aparecieron grandes cantidades de comida y postres, pero Ginny no sentía mucho apetito. De hecho, el solo ver la comida le revolvía el estómago, se sintió mareada y salió casi corriendo al baño de las chicas. El primero que alcanzó fue el del segundo piso. Estaba completamente vacío. Una llave goteaba incesantemente de una forma hipnótica de uno de los lavamanos rotos, y Ginny cerró los ojos fuertemente, como tratando de apaciguar las nauseas. De pronto, al abrirlos, se dio cuenta de que ya no estaba en el baño. Era la una de la madrugada y estaba en su alcoba, aunque no recordaba cómo había llegado ahí. El resto de sus compañeras estaban ya dormidas y ella parecía haber acabado de llegar, porque aún traía puesta su túnica del colegio, pero estaba llena de una sustancia roja. Ginny lo tocó pensando que pudiera ser sangre, pero solo era pintura. Su querido diario estaba en la mesita de noche, donde la lamparita de luz estaba apagada. Se sentía cansada y enferma. Con algo de esfuerzo se quitó su túnica sucia, se puso su pijama y se metió a la cama. Lo único que quería era dormir hasta el día de muertos (2 de nov).

A la mañana siguiente Ginny se levantó tarde, afortunadamente era domingo, así que no tuvo que faltar a clases. Al bajar a la sala común se encontró con la noticia de que la gata del Sr. Filch, la señora Norris, había sido atacada la noche anterior y que Harry, Ron y Hermione se habían encontrado en la escena del crimen.
- …sí – decía un chico de sexto año – fue espeluznante cuando la vimos, ahí colgada, hecha toda de piedra.
- Yo creo que Potter tuvo algo que ver. Filch lo iba a castigar por haberle ensuciado el pasillo el otro día, a lo mejor se quería vengar.
- Pues no ha sido una gran pérdida.
- ¿Quién será el Heredero de Slytherin? Digo, si es que hay alguno.
- Claro que lo hay, sino, ¿Quién escribió lo del muro?
Ginny escuchaba absorta la conversación entre los alumnos de sexto. Repentinamente se le encogió el corazón. ¿Hubo un ataque la noche de Halloween? La niña salió de la sala común y se encaminó al gran comedor. Durante todo su recorrido nadie hablaba de otra cosa. Llegó al pasillo del segundo piso, donde se encontraba Filch, el conserje, haciendo guardia en el lugar del ataque donde había aparecido su tan amada señora Norris y tallando muy fuerte el lugar donde estaba la inscripción en el muro “LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA. TEMAN, ENEMIGOS DEL HEREDERO”. Se detuvo un instante para leer bien aquellas palabras, entonces Filch la miró fijamente con suspicacia y le dijo:
- ¿Qué buscas aquí? – con voz gruñona.
Ginny se sobresaltó, bajó la cabeza y salió corriendo hasta el gran comedor. Al llegar se sentó al lado de Colin, quien hablaba muy emocionado de lo mismo: la gata del conserje.
- Ginny, ya te has levantado. ¿Te enteraste de lo sucedido a la gata de Filch?
- Sí, me he enterado – respondió Ginny, evitando su mirada. – Todo el colegio estaba ahí, ¿no?
- Es cierto. Tu hermano estaba ahí con Harry y su otra amiga. ¿Crees que ellos sepan quien fue el responsable?
- No lo creo – dijo Ginny con más ganas de terminar aquella conversación que otra cosa.
- Pues yo creo que el heredero de Slytherin debe estar en Slytherin, es lógica. Cuando vea a Harry le preguntaré que opina él.
Ginny ya no contestó, no podía dejar de pensar en la gata. Al pasar el día, en la primera oportunidad que tuvo, sacó su diario. Tom debía saberlo también.
<< ‘Querido Tom, – comenzó a escribir de forma trémula – estoy asustada, no recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han atacado a un gato y yo tengo manchas de pintura por toda la túnica, intenté quitármelas, pero no se borran, por un momento pensé que eran de sangre. Me he sentido cansada y tengo una angustia en mi corazón que no me deja, no sé porqué siento tanto miedo.’ >> Terminó casi desesperada. Riddle tardó un momento en contestar.
<< 'La noche de Halloween me dijiste que te sentía mal y te fuste a acostar temprano. Ese catarro que te atacó fue más fuerte de lo que pensabas.' >>
<< 'Pero, ¿porqué tengo miedo?' >>
<< 'Tú me dijiste que te gustan los gatos, solo estas preocupada por la mascota de conserje.' >>
Nuevamente Ginny sintió un poco de alivio ante el consuelo de Tom. Dejó aquel sentimiento por la paz un rato, pero no podía evitar que su angustia se reflejara en su rostro de vez en cuando.

Capítulo VIII. ¡Por fin, en Hogwarts!

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 8.- ¡Por fin, en Hogwarts!

Por fin llegaron. Al bajar del tren, lo primero que vio Ginny fue un hombre enorme de abundante cabello negro y ojos azabache, cargando una gran linterna y llamando por todos los asustados alumnos de primer año. Una vez que Hagrid hubiera reunido a todos los pequeños de primero, los hizo caminar por un oscuro y estrecho sendero que daba a un gran lago. Cruzando ese enorme lago, en la punta de una alta montaña, se dibujaba el portentoso castillo de Hogwarts. Ginny estaba impresionada ante la majestuosidad del gran castillo de piedra y recordó todas las fascinantes historias que sus hermanos le contaban sobre sus aulas, pasadizos, torres, escaleras, caminos y toda clase de personajes que ahí vivían.
— ¡No más de cuatro por bote! — gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la ori­lla. Ginny abordó el más próximo junto a una chica de cabello rubio y ojos azules soñadores que, a diferencia del resto de sus compañeros que parecían más asustados que prisioneros sentenciados a muerte, parecía haberse equivocado de planeta.
— Hola – dijo la chica con voz soñadora – Me llamo Luna Lovegood. ¿Cómo te llamas?
— Hola – respondió Ginny, pensando en que era un poco rara, pero creía haber escuchado su apellido en algún lado. – Soy Ginny Weasley.
— Te conozco. Tu vives en Ottery Saint Catchpole.
— Sí, vivo ahí. – respondió Ginny y entonces lo recordó. – Tú vives con tu padre justo al otro lado de la colina, ¿verdad? ¿También empiezas Hogwarts este año?
— Sí, es emocionante, ¿no crees?
Ginny y Luna se fueron platicando amenamente en voz baja (más Luna que Ginny). Al menos, la niña desviaba su atención de los espantosos nervios que sentía cuando ya se acercaba al castillo.
— ¡Bajen las cabezas! — exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delante­ra del peñasco. Anduvieron por un túnel oscuro que parecía con­ducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y los guijarros. Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble. Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo. La puerta se abrió y una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí.
— Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.
— Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
El vestíbulo de entrada era enorme como Ginny nunca lo había visto, había una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores. Siguieron a la profesora McGonagall a través de un ca­mino señalado en el suelo de piedra hasta una pequeña habita­ción vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.
— Bienvenidos a Hogwarts — dijo la profesora McGona­gall —. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deben ser seleccionados para sus casas.
La profesora McGonagall comenzó a explicarles de qué se trataba la selección y cuales eran las casas del colegio. De pronto Ginny se sintió muy angustiada << ¿Y si no quedo en Gryffindor? >> Se preguntó atemorizada. La única persona que parecía no preocuparle nada en absoluto era Luna, que en aquel preciso instante tarareaba una canción.
Luego de lo que parecieron horas, reapareció la profesora McGonagall y los condujo al Gran Comedor. Un salón enorme y majestuoso que estaba decorado por miles de velas flotantes y el techo << 'no hay techo' >> pensó Ginny. Ahí ya estaban todos los demás alumnos sentados en sus respectivas mesas. Ginny dio un rápido vistazo a la mesa de Gryffindor y no tardó en ubicar a sus hermanos, ya que su cabello rojo fuego los delataba. Fred y George alzaron ligeramente los pulgares cuando la vieron pasar y Percy le sonrió solemnemente pomposo mostrándole su apoyo. También logró distinguir a Hermione sentada al lado de Neville, entonces recordó que Ron y Harry no habían tomado el tren y, por ende, no se encontraban ahí. Su preocupación aumentó, pero ya no tanto por la selección, si no por la falta de noticias de Harry y su hermano. Entonces la profesora McGonagall puso un taburete de cuatro patas frente a los de primer año, y encima del taburete puso un som­brero puntiagudo de mago remendado, raído y muy sucio. << 'El Sombrero Seleccionador' >> dijo Ginny entre dientes. Ella había escuchado cuando pequeña, cómo había sido seleccionado Bill, su hermano favorito, luego Charlie, Percy, Fred, Goerge y Ron. Ahora, finalmente era su turno.
El sombrero comenzó a cantar su canción. Y al terminar, luego de fuertes aplausos, la profesora McGonagall los comenzó a llamar por su nombre. <<>> El primero en ser llamado era un chico de cabello castaño muy pequeño, y fue el primero en unirse a la casa de los leones cuando el sombrero seleccionador gritó << ¡GRYFFINDOR! >> La selección continuó, al llegar a “Lovegood, Luna”, el sombrero gritó << ¡RAVENCLAW! >> Y finalmente llegó a << 'Weasley, Ginevra' >> Ginny avanzó temblorosa al banquillo y la profesora McGonagall le puso el sombrero. Entonces ella escuchó una vocecilla en su cabeza.
<< 'Otro Weasley, pero eres una chica, eso es raro, no ha habido una Weasley en tu familia por generaciones. Puedo ver que eres valiente y decidida. Tienes agallas. Pero también eres cálida y compasiva, y muy inteligente, con un poco más de confianza en ti misma. La casa perfecta para ti es… ¡GRYFFINDOR!' >>
Ginny se sintió tan feliz y tan aliviada que no podía esperar para contarle a Tom todo lo de su selección. Le quitaron el sombrero y salió corriendo junto a sus hermanos. En aquel instante un profesor de cabello negro grasiento y nariz ganchuda entró en el recinto y se dirigió a la profesora McGonagall. Él parecía estar feliz, pero lo que le dijo a la profesora parecía haberla puesto furiosa. Los dos maestros desaparecieron tras una pequeña puerta contigua. Minutos más tarde el director, Albus Dumbledor, también se marchó, justo cuando apareció la comida del banquete.
Durante un buen rato Ginny comía alegremente hasta que escuchó a unos chicos hablar no muy lejos de donde ella estaba sentada al lado de Hermione, quien tampoco dejó de oír aquella conversación, ya que los nombres de Harry y Ron salieron a relucir.
- … ¿y por eso no han llegado?
- ¿ni se aparecieron en el tren?
- Aja. Al parecer robaron un coche, lo encantaron para que volara y se estrellaron en no se qué edificio de Londres, muchos muggles los vieron y creo que los han expulsado.
- Luego de algo así, no me sorprende que los arresten.
A Ginny se le aceleró el corazón. << ¡¿Harry, Ron, expulsados?! >> No quería creerlo, solo eran chismes pero, por la expresión que tenía Hermione, ella tampoco estaba muy segura de que todo lo que aquellos chicos decían fuera puras mentiras.

Terminó el banquete. El director ya había vuelto junto con sus dos profesores, entonces dio las últimas recomendaciones a los alumnos (el bosque prohibido está prohibido, no hacer magia en los pasillos, etc.) y los mandó a dormir. Los prefectos comenzaron a llevar a los alumnos de primero a sus respectivas casa mientras les explicaban como manejarse en las escaleras y los pasillos (que escalones evitar y cuales mejor ni conocer) Finalmente llegaron a la sala común de Gryffindor, pero casi todos los alumnos estaban ahí, nadie daba trazas de querer irse a dormir. Todos parecían esperar algo. Ginny escuchó a los gemelos hablar.
- … debieron habernos dicho.
- Sí, esa sería una entrada triunfal.
- ¿Pero no los han expulsado todavía?
- Claro que no. Vi a la profesora McGonagall que le decía a Hermione que los esperara afuera, porque los muy tontos no le pidieron la contraseña, pero sí estaba enojada.
- Entonces ¿era el auto de su padre?
- Sí. Llegaron volando en él, pero no se estrellaron contra un edificio, lo hicieron contra el Sauce Boxeador.
- ¿Ese árbol que golea a todo el mundo?
- Si.
- Vaya, eso ya es para la historia. Llegar a Hogwarts en un coche volador.
Ginny se había acomodado en un rincón un poco apartado. Se sentía cansada pero con ganas de hablar con Tom. Habían pasado muchas cosas aquel día y quería compartirlo con él, pero se detuvo el tiempo suficiente para ver con sus propios ojos que Harry y Ron se encontraban sanos y salvos antes de irse a la cama.
Luego de unos 15 minutos, se abrió el retrato de la Sra. Gorda y, finalmente, los dos muchachos aparecieron. Una salva de aplausos inundó la sala común al momento que varios alumnos los agarraron y los hicieron entrar.
- ¡Formidable! – gritó Lee Jordan. - ¡Soberbio! ¡Qué llegada! Han llegado en un coche volador hasta el Sauce Boxeador. ¡La gente hablará de esta proeza durante años!
- ¡Bravo! – dijo otro alumno.
- ¿Por qué no nos llamaron? – preguntaron los gemelos al acercárseles entre toda la multitud que los felicitaba.
Ginny se dio cuenta de que ellos no esperaban ese recibimiento, así que ambos se escaparon hacia el cuarto de los chicos. Ya estando segura de que él estaba bien, Ginny se encaminó también a su cuarto a descansar.

A la mañana siguiente se despertó temprano, incluso faltaba para el amanecer. Antes de levantarse, sacó de su bolso el pequeño diario en el que escribía desde hacía un par de semanas. Sacó pluma y tinta, y se dispuso a contar a Tom todo lo sucedido la noche anterior.

Ya era la hora de desayunar. Ginny bajó al gran comedor con su mochila, pero su diario lo traía cogido en su mano, muy seguro contra su pecho. Como si temiera que desapareciera dentro de su mochila, no se arriesgaría a perderlo de vista ni un instante.
Al llegar a la mesa de Gryffindor buscó con la mirada a alguno de sus hermanos (inconcientemente también a un chico de cabello negro y ojos verdes), pero no vio a ninguno, así que se sentó sola y comenzó a desayunar. Luego de 10 minutos, un ensordecedor estruendo resonó por todo el gran comedor, y se sorprendió al escuchar, fuerte (pero muy fuerte) y claro, la voz de su madre gritando a Ron por lo del coche que robaron. Ginny levantó la cabeza para ubicar bien el lugar donde se escuchaban más fuertes los gritos de su madre, y finalmente vio a Harry y Hermione, pero no alcanzaba a distinguir a Ron. Ella pensó que estaría escondido debajo de la mesa temiendo que el vociferado le explotara en la cara o algo así. Rió un poco al imaginar el rostro colorado de miedo y vergüenza de su hermano, ya que todos los alumnos miraban hacia su lugar. Antes de que los gritos de su madre dejaran de escucharse, pasó la profesora McGonagall repartiendo los horarios de las clases.
- Veo que su madre ya lo ha sentenciado – dijo la profesora a Ginny cuando le entregó el trozo de pergamino con sus clases apuntadas.
- Sí – respondió la niña. – Creo que no se atreverá a quebrantar las normas otra vez.
- Eso espero, por su bien. Su primera clase es conmigo, Srta. Weasley. No llegue tarde.
Y la profesora continuó entregando los horarios a los demás estudiantes. Ginny observó como todo volvía a la normalidad en el gran comedor luego de aquel escándalo y permaneció otro rato contemplando su plato vacío de avena. Se sentía un poco intranquila aquella mañana, pues Tom le había escrito algo importante, le había pedido un favor, más no le explicó bien de que se trataba << ‘en su momento te lo explicaré’ >> le dijo. Ginny quería mucho a Tom, nunca había tenido un amigo tan leal y disponible para ella. Él la escuchaba, la entendía y le aconsejaba. Nunca ninguno de sus hermanos se tomó el tiempo o se preocupó por ella como lo hacía Tom, así que ella se sentía en deuda con él y no quería perder su amistad por nada del mundo. Haría todo lo que él le pidiera.
Los alumnos comenzaron a abandonar el gran comedor. Ginny aferró fuerte su diario contra su pecho y se encamino hacia el aula de transformaciones, su primera clase de la mañana.

viernes, 8 de febrero de 2008

Capítulo VII. Tom Riddle.

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 7.- Tom Riddle.

Al día siguiente Ginny se despertó muy temprano. Aún faltaban dos semanas para el uno de septiembre, pero ya estaba ansiosa por que se llegara. Tenía tanta ilusión con su primer año en el colegio que todas las noches soñaba con ello. Aquella mañana volvió a revisar sus cosas y lo primero que vio fue el pequeño libro negro. Lo tomó y lo observó más detenidamente. Era un viejo diario que estaba en blanco. Lo habían adquirido hace 50 años. Y la persona que probablemente lo había comprado se apellidaba Riddle, ya que el borroso nombre que se leía en la primera página así rezaba: “T. M. Riddle”.
<< ‘Bueno – se dijo Ginny – de ahora en adelante será mi diario.’ >> Y tomado una pluma y tinta se dispuso a escribir: “Nueva propietaria: Ginny Weasley. Once años, única, séptima y última hija de la familia Weasley, apunto de comenzar su primer año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería…” Se detuvo un momento para pensar que más agregar. Pero justo cuando dejó de escribir, la tinta de sus primeras letras desapareció misteriosamente. << ¿Qué rayos…? >> En su lugar, aparecieron nuevas palabras con la misma tina:
<< ‘Hola, Ginny Weasley, me da gusto conocerte. ¿Cómo encontraste mi diario?’ >>
Ginny estaba azorada, pero aún así contestó << ‘Lo encontré en uno de los libros que me compraron para el colegio. Supongo que lo olvidaste. ¿A caso tú eres T. M. Riddle?’ >>
Las letras desaparecieron y en su lugar se escribió: << ‘Puedes llamarme Tom. Sí, este fue mi diario. Pero ya que ahora lo tienes tú, creo que serás mi nueva amiga. Hace mucho tiempo que hablaba con nadie.’ >>
<< ¿Por qué? >>
<< ‘Nunca tuve muchos amigos y siempre he estado solo.’ >>
<< ‘Entiendo como se siente’ >> escribió Ginny << ‘No te preocupes Tom, solo yo escribiré aquí, así que puedes confiar en mí.’ >>
<< ‘Gracias, Ginny.’ >>
Ginny se pasó el resto de la mañana comunicándose con Tom Riddle, quien le contestaba todo lo que ella le preguntaba. Ni siquiera bajó a desayunar, estaba tan absorta en su conversación con Tom, que ni hambre sintió.

Con el paso de los días Ginny pasaba más tiempo en su alcoba hablando con Tom, contándole lo emocionada que estaba por entrar en Hogwarts por fin. Le contó como todos sus hermanos habían estudiado ahí y solo faltaba ella.
<< ‘Espero entrar en la casa de Gryffindor, toda mi familia ha estado ahí.’ >> escribió la noche previa a su partida a la estación King’s Cross. << ‘Además, Harry Potter también está en Gryffindor.’ >>
<< ‘Ya veo, tu familia es enteramente de magos. Pero, ¿Quién es Harry Potter? Ya lo has mencionado varias veces y no me explicas quien es. ¿A caso es un amigo tuyo muy especial?’ >> preguntó Tom. Ginny suspiró.
<< ‘Me gustaría que fuera yo especial para él como lo es él para mí, pero él no se da cuenta de que existo. Es el mejor amigo de mi hermano, Ron. Pero él es muy famoso en el mundo mágico. Todos lo conocen.’ >>
<< ¿A, sí?, ¿Qué fue lo que hizo? >>
<< ‘Venció al que no debe ser nombrado cuando solo tenía un año de edad. Nadie lo había podido derrotar hasta que se topó con Harry. Incluso en el colegio salvó la piedra filosofal. Él es muy valiente y decidido, también es muy bueno y un gran mago. Por eso nunca se fijará en mí. Nunca me querrá. No soy más que una niña tonta que no puede siquiera hablar frente a él sin tirar lo que tenga al lado.’ >>
<< ‘Pero - comenzó Tom - ¿quien es 'el que no debe ser nombrado'?’ >>
<< ‘Desde muy pequeños se nos enseñó a no pronunciar su nombre. Fue un terrible mago, mucho muy poderoso, tanto que se estaba apoderando de todo hace como unos 11 años. Creo que puedo escribirte su nombre, se llamaba Voldemort.’ >>
El pulso de Ginny tembló un poco al escribirlo. Tom tardó un momento en contestar.
<< ¿Dices que se llamaba? >>
<< ‘Sí, Harry lo derrotó.’ >>
<< ¿Así que por eso es famoso? ¿Cómo lo hizo? >>
<< ‘Te digo que nadie lo sabe. Fue hace once años, cuando Harry era solo un bebé, quien-tú-sabes fue a la casa de sus padres. Según papá, ellos eran muy buenos y estaban muy cerca de Dumbledor, tal vez por eso quien-tú-sabes los quería matar, en realidad nadie sabe porqué los estaba buscando. El caso es que, la noche en que quien-tú-sabes llegó al pueblo donde vivían, mató a los papás de Harry y luego lo quiso matar a él, pero no pudo. En vez de acabarlo, fue él quien perdió todo su poder y desapareció. Harry sobrevivió y no se ha vuelto a saber nada de quien-tú-sabes.’ >>
Tom tardó un momento antes de que apareciera su respuesta. << ¿Entonces tiene grandes poderes? >>
<< ‘Claro que sí.’ >>
<< ¿Pronto entrarás al colegio? >>
<< ‘Sí, mañana estaré en Hogwarts. Te llevaré conmigo todo el tiempo – escribió Ginny, emocionada. – Nadie me ha comprendido nunca como tú, Tom. Estoy tan contenta de poder confiar en este diario. Es como tener un amigo de bolsillo. Estoy segura de que me sentiría muy sola si ti.’ >>

A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron muy temprano, pero aún quedaban muchas cosas por hacer. Molly andaba de mal humor, de un lado para otro llevando cosas. Algunos chocaban en las escaleras a medio vestir y con una tostada a medio comer. Ginny se había levantado un poco tarde por haberse quedado platicando con su querido Tom, y aún no tenía su equipaje completamente listo cuando su padre fue por él.
- ¡Vamos, Ginny, que ya es muy tarde!
- Solo necesito un par de minutos, aún faltan algunos libros que no he guardado.
- ¡No tenemos esos minutos! Déjame ayudarte.
Con un movimiento de varita, el resto de los libros de texto del colegio salieron del estante donde estaban y se acomodaron en el baúl, sobre las túnicas y el caldero.
- Listo – dijo su padre – Ahora lo llevaré al coche.
Arthur ya había salido del cuarto cuando Ginny dio un último vistazo alrededor. Encontró su diario aún en el estante. Al parecer el hechizo convocador que hizo su papá no había funcionado con ése libro << ‘bueno, dijo libros del colegio y éste no lo es’ >> razonó Ginny. Aún tenía que bajar a desayunar, así que lo dejó sobre su cama para recogerlo junto con su chaqueta a la hora de irse.
Bajó deprisa, topándose a todo el mundo corriendo de un lado para otro y a su madre un tanto histérica.
- Ginny, ¿ya estás lista?
- Sí mamá, solo tomo una tostada y subo por mi chaqueta.
- Menos mal, ya se nos empieza a hacer tarde.

Minutos más tarde todos los Weasley, Harry, 6 baúles grandes, dos lechuzas y una rata ya estaban encaramados en el viejo carro encantado Ford Anglia de Arthur Weasley.
- Los muggles saben más de lo que parecen, ¿verdad? – dijo Molly desde el asiento delantero al ver la comodidad en la que se encontraban sus hijos sentados atrás. – Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?
Arthur arrancó el coche y salieron del patio cuando…
- ¡Alto! He olvidado mi caja de bengalas. No puedo ir al colegio sin ellas. – exclamó George.
- ¿Para qué necesitas bengalas en el colegio? – inquirió Molly, mientras regresaban de nuevo a la casa.
Cinco minutos más tarde…
- ¡Hey! Mi escoba. Se me queda. Esperen aquí, que ahora vuelvo. – dijo Fred.
- Que muchachos. Ahora vamos más tarde.
Quince minutos después ya estaban entrando en la autopista cuando…
- ¡AY! – gritó Ginny.
- ¿Qué pasa? – preguntó su madre, un tanto asustada.
- ¡Me he olvidado de mi diario!, ¡Se quedó sobre mi cama!, ¡Necesito volver por él!
- Es tarde, ya no… - comenzó su madre, pero ella replicó.
- ¡Tengo que volver por él! ¡No puedo ir al colegio sin él!
- De acuerdo, volvamos.
Llegaron una vez más a la casa y Ginny se bajó del coche, entró a la casa, subió las escaleras hasta el tercer rellano y entró a su cuarto. Ahí, inmóvil y en la misma posición que lo había dejado, estaba el viejo libro negro, su querido diario.
- Casi te dejo, querido Tom – dijo Ginny al libro mientras lo tomaba y se lo guardaba en la bolsa, asegurándolo muy bien.
Ginny volvió al coche y volvieron al camino, pero ahora sí, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.
Arthur miró su reloj y luego a su esposa.
- Molly, querida…
- No, Arthur.
- Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta…
- He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.

Llegaron a la estación King’s Cross a las 11:45. Corriendo a toda prisa por los andenes, llegaron al muro entre el 9 y el 10.
- Percy, tu primero – exclamó Molly. Solo les quedaban 5 minutos.
En seguida de Percy entró Arthur y los gemelos. Molly se volvió hacia Harry y Ron.
- Yo pasaré con Ginny, y ustedes dos nos siguen – cogió a la niña de la mano y caminaron hacia el muro. Ginny lanzó una última y furtiva mirada hacia Harry antes de desaparecer.
- Solo nos quedan un par de minutos – dijo su madre, una vez en el andén 9¾ – Ah, aquí viene tu padre.
- Vamos Ginny, dame tu baúl que lo voy a subir al tren. Será mejor que subas ya.
- Pero Ron y Harry aún no llegan.
- No te preocupes por ellos, no tardarán en aparecer.
Ginny obedeció a su padre y subió al tren. Rápidamente encontró el vagón donde estaba Hermione y decidió sentarse con ella.
- Hola Ginny – saludó alegremente la chica.
- Hola, ¿puedo sentarme contigo?
- Claro. Oye, ¿Ron y Harry no venían contigo?
- Se supone que sí, pero aún no entraban al andén cuando me subía al tren.
- Que raro – exclamó y se volvió hacia la ventanilla para observar mejor. Ginny se acercó también.
En aquel momento el silbato sonó dando las 12 en punto y el tren comenzó a moverse. Desde la ventanilla del compartimiento, las dos chicas lograron ver como los padres de Ginny tocaban la sólida pared de piedra por donde momentos antes habían entrado, y un hombrecillo de barba larga y encorvada también la empujaba y no daba crédito a sus ojos de que estuviera completamente sellada.
En tren siguió avanzando hasta que la estación se perdió de vista y Ginny se sentó frente a Hermione.
- Creo que no lograron pasar. No los vi subir.
- Lo más probable es que hayan subido muy deprisa, por eso no los vimos. Iré a buscarlos.
Hermione saló por un largo rato y Ginny sacó su diario y comenzó a escribir.
<< 'Casi te dejo Tom, con todas las prisas. Afortunadamente pude volver por ti. Es increíble, ¡ya voy de camino a Hogwarts!' >>
<< 'Me da mucho gusto que te sientas muy feliz. Estoy seguro que harás muchos amigos' >>
<< 'Ninguno como tú' >>
<< 'Eso espero' >>
Ginny rió por lo bajo. Entonces apareció Hermione. Ginny guardó inmediatamente su diario.
- Pues parece que tienes razón. No tomaron el tren.
- Es raro.
- Mucho. ¿Cómo es que pudieron perderlo?
- No lo sé.
- ¿Qué haces?
- Nada.
Pasaron el resto del viaje habando amenamente. Hermione era una buena compañía, pero ella constantemente se quejaba de lo irresponsables que fueron Ron y Harry al perder el tren, y de todas las cosas irresponsables que acostumbraban hacer. Por su parte, Ginny estaba entretenidísima de escuchar lo que le sucedía a Harry.
- Será mejor que nos cambiemos ya – dijo Hermione luego de una rato – pronto llegaremos al castillo.
- Sí – respondió Ginny, justo cuando la puerta del compartimiento se abrió. Draco Malfoy estaba con cara de asco y superioridad, flanqueado por Crabbe y Gloyle.
- ¿Y donde has dejado a Potter y Weasley, Granger? ¿A caso ya se creen tan buenos que ni el tren del colegio es suficiente para transportarlos?
- Cállate Malfoy – exclamó Ginny, mientras Hermione solo se limitó a mirarlo con extrema frialdad.
- Pero si es la novia de Potter. Sí que es cobarde si permite que una niña lo defienda.
Ginny estaba a punto de sacar su varita (aunque no sabía que iba a hacer con ella, si clavársela en el estómago o enterrársela en el ojo) cuando Hermione la detuvo y le dijo a Malfoy.
- Será mejor que te largues de aquí.
- Si no, ¿qué?
- Si no, nosotros te sacaremos a puntapiés – dijo una voz a sus espaldas.
Detrás de Malfoy, Crabbe y Goyle estaban Fred George y Lee Jordan, con sus varitas en mano y listos para lo que fuera. Los tres Slytherins les lanzaron unas miradas asesinas y se fueron del compartimiento.
- ¿Qué querían esos tres?
- Problemas – dijo Hermione –Buscaban a Harry y a Ron, como de costumbre.
- Hablando de Harry y Ron, ¿ustedes los han visto?
- No – respondieron las dos chicas.
- Eso confirma nuestras sospechas – dijo Fred.
- ¿Cuáles sospechas? – inquirió Hermione.
- Bueno – comenzó George – dicen por ahí, los que reciben el profeta vespertino, que algunos muggles han visto un auto volador por todo Londres.
- ¡Pero eso es gravísimo! – exclamó Hermione. Fred y George se miraron un momento antes de abrir de nuevo la boca.
- Es lo que decimos nosotros – respondió al fin Fred, con un tono inocente nada convincente. Lee parecía no poder abrir siquiera la boca mientras trataba de ahogar una buena carcajada.
- Bueno, será mejor que nos vayamos a cambiar, que llegamos en 5 minutos.
Y antes de que Hermione pudiera preguntar más sobre el carro volador, los tres chicos ya habían desaparecido. Ginny conocía perfectamente a sus hermanos para darse cuenta cuando traía algo entre manos. Y esa noticia del carro volador visto en Londres le daba a ella también una idea de dónde estarían Harry y Ron, y cómo se las habían ingeniado para llegar al colegio cuando perdieron el tren.

Capítulo VI. En el Callejón Diagon.

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 6.- En el Callejón Diagon.

Era el domingo siguiente y Molly Weasley despertó a todo el mundo muy temprano. Luego de desayunar, todos se pusieron una chaqueta y se preparaban para ir al Callejón Diagon por medio de polvos Flu.
- Ya casi no queda, Arthur – dijo Molly cogiendo una maceta de la repisa de la chimenea y observando su escaso contenido. – Tenemos que comprar un poco más… ¡bueno, los huéspedes primero! ¡Después de ti, Harry, cielo!
Molly le ofreció a Harry la macetita, pero él no hizo nada. Era evidente que nunca había viajado por ese medio.
- ¿Qué… qué es lo que tengo que hacer? – tartamudeó.
- Él nunca ha viajado con polvos Flu – exclamó Ron de repente – Lo siento Harry, no me acordaba.
- ¿Nunca? – Preguntó Arthur – Pero, ¿cómo llegaste al Callejón Diagon el año pasado para comprar las cosas que necesitabas?
- En metro…
- ¿De verdad? – Inquirió Arthur con interés - ¿Había escaleras mecánicas? ¿Cómo son exactamente…?
- Ahora no, Arthur – interrumpió Molly – Los polvos Flu son mucho más rápidos, pero la verdad es que si no los has usado nunca…
- Lo hará bien, mamá – dijo Fred. – Harry, primero míranos a nosotros.
Cogió de la maceta un pellizco de polvos flu y los arrojó a las llamas de la chimenea. El fuego se tornó verde esmeralda y Fred entró en él gritando “Callejón Diagon” y desapareció.
- Tienes que pronunciarlo claramente, cielo – dijo Molly mientras George hacía lo mismo que su hermano – y ten cuidado de salir por la chimenea correcta.
- ¿Qué? – preguntó nerviosamente Harry.
- Bueno, ya sabes, hay una cantidad tremenda de chimeneas de magos entre las que escoger, pero con tal de que pronuncies claro…
- Lo hará bien, Molly, no te apures. – dijo Arthur.
- Pero, querido, si Harry se perdiera, ¿cómo se lo íbamos a explicar a sus tíos?
- A ellos les daría igual – dijo Harry – Si yo me perdiera aspirado por una chimenea, a Dudley le parecería una broma estupenda, así que no se preocupe por eso.
- Bueno, está bien…, ve después de Arthur. Y cuando entres en el fuego di a sonde vas.
- Y mantén los codos pegados al cuerpo – le aconsejó Ron.
- Y los ojos cerrados, por el hollín – agregó Molly.
- Y no te muevas – otra vez dijo Ron – O podrías salir en una chimenea equivocada…
- Pero no te asustes y vayas a salir demasiado pronto. Espera a ver a Fred y George.
Ginny pudo distinguir en el rostro de Harry que éste trataba de recordar cada consejo, pero su mirada la hacía pensar que él hubiera preferido mejor tomar su escoba y llegar al callejón en ella. Luego de Arthur, Harry lanzó sus polvos flu a la chimenea y se metió en ella, pero desafortunadamente tosió mientras decía su destino.
- ¿Lo pronunció bien? – preguntó Molly.
- Creo que no. – dijo Ginny, pensando que ojalá no se fuera a perder entre tantas chimeneas.
Enseguida, Ginny tomó sus polvos flu y se metió en las llamas verdes. Luego de un vertiginoso viaje, apareció en un recoveco entre dos establecimientos (donde estaba una chimenea de piedra, casi tan grande como una entrada) Ahí, frente a ella, esperaban sus hermanos gemelos y su padre.
- ¿Dónde está Harry? – Preguntó Arthur – Se supone que vendría detrás de mí.
- ¿No llegó? – inquirió Molly, que acababa de salir de la chimenea, detrás de su hija.
- Aquí no ha venido – dijo Fred.
- ¡Hay, Dios mío! ¿Qué vamos a hacer?
- ¿Qué más?, buscarlo. – exclamó Arthur. – Hay que separarse, buscaremos en la heladería, en Floursih and Blots, en el Caldero Chorreante. Nos vemos en Gringotts en 20 minutos.
Ginny, quien iba rumbo a la heladería tomada de la mano de su madre, estaba sumamente preocupada. << ¿Qué le habrá pasado? >> Pensaba, << ‘espero que esté bien’ >> Ella no podía pensar en otra cosa que no fuera Harry.
Pasados unos minutos llegaron, pero Harry no se hallaba ahí. Ginny y su madre se encaminaron entonces hacia Gringotts casi corriendo. Tuvieron que atravesar un montón de gente antes de alcanzar la escalinata de piedra del banco, pero cuando lograron salir de entre la multitud, Ginny dio un respiro de alivio. Ahí se encontraba Harry todo cubierto de hollín, al lado de su padre y sus hermanos. También ahí se encontraban Hermione con sus padres y Hagrid.
- ¡Ay, Harry…Ay, cielo…Podrías haber salido en cualquier parte!
Molly sacó un cepillo para la ropa grande de su bolsa para quitarle el hollín.
- Bueno, tengo que irme – dijo Hagrid – Los veré en Hogwarts.
Y se marchó. Mientras entraban al banco de los magos, Gringotts, Harry les relató la historia de que se había encontrado con los Malfoy en Borgin y Burkes. Arthur encontró aquello muy interesante hasta que se dio cuenta de que los padres de Hermione (muggles) también se encontraban ahí. Luego se despidieron de Hermione cuando un duende de Gringotts condujo a Harry y a toda la familia de Ginny a sus respectivas bóvedas.
Después de visitar la cámara acorazada de la familia y sacar todo el dinero que les quedaba, el grupo se separó. Percy musitó vagamente que necesitaba otra pluma. Fred y George había visto y Lee Jordan. Arthur insistía en invitar a los Granger a tomar algo en el Caldero Chorreante. Harry, Ron y Hermione se quedaron en medio del callejón aún decidiendo a donde querían ir primero. Y Molly se disponía a llevar a Ginny a comprar su túnica de colegio.
- Nos veremos dentro de una hora en Flourish y Blotts para comprarles sus libros de texto – dijo Molly a todos mientras tomaba a Ginny de la mano - ¡Y no se acerquen a callejón Knockturn! – gritó a los gemelos.

Molly y Ginny se adelantaron unos pasos. Para cuado Ginny miró hacia atrás en busca de Harry, ésta ya había desaparecido con su dos amigos entre la multitud. Llegaron a la tienda de túnicas de segunda mano. Ginny se probó unas cuantas antes de encontrar la adecuada, una túnica no muy vieja pero sí algo descolorida. Le quedaba un poco grande, pero su medre le dijo que era para que le durara al menos los dos primeros años del colegio. Al salir de la tienda de túnicas, Ginny se dirigió con su madre a comprar su caldero. Para la felicidad de la niña, el necesitar un caldero de peltre (que no era muy costoso), logró que su madre le comprara uno nuevo, así que no tendría que usar alguno de los de sus hermanos. Lamentablemente el resto del material que usaría, no sería igual.
Ya habían pasado 45 minutos cuando la pequeña Ginny y su madre llegaron a Flourish y Blotts. El resto de los chicos aún no se aparecía por ahí, así que Molly comenzó a hacer fila con los libros que había tomado de Gilderoy Lockhart para que este los firmara. Ginny decidió esperar al final de la tienda, donde no había tanta concurrencia, pero de donde podía observar a su familia muy bien. Minutos más tarde llegaron los padres de Hermione con Arthur y se unieron a Molly, y detrás de ellos venían los gemelos cargando una enorme bolsa de lo que parecían ser bengalas del doctor Filibuster. Diez minutos después aparecieron Harry, Ron y Hermione, cargando cada uno un ejemplar de Recreo con la Banshee, encaminándose hacia el resto de los Weasley.
La fila se movía un tanto lenta, pero mientras avanzaba, Molly se retocaba el cabello mientras un fotógrafo pequeño y malhumorado rondaba por toda la tienda. Desde donde se encontraba Ginny, se podía apreciar cómo el gruñón hombrecito hizo a un lado a sus hermanos para tomar las mejores fotos, pero fue en ese momento cuando Lockhart se percató de la presencia de Harry, obligando al pobre muchacho a pasar al frente con él y posar para más y más fotos. << ‘Que hombre tan fastidioso’ >> pensó Ginny al ver la expresión, mezcla vergüenza mezcla frustración, de Harry; el hombre ya no le parecía tan simpático como antes. Ginny notó en la mirada de Harry su enorme deseo de salir de la situación, pero Lockhart no se lo permitía, al contrario, encontró el momento perfecto para darles la noticia de que sería su nuevo profesor de DCAO, y regaló a Harry toda su colección de libros. Fue hasta entonces que dejo ir al pobre muchacho.
<< ¡Oh, Dios mío! >> exclamó Ginny en su cerebro al ver que Harry se dirigía hacia ella con su montón de libros nuevos.
- Tenlos tú – le farfulló, metiéndolos en su caldero nuevo – Yo compraré los míos…
Ginny enmudeció unos instantes, ¡Harry le había regalado toda la obra de Lockhart nuevecita! Apenas se lo iba agradecer cuando una desagradable voz que arrastraba las palabras se oyó tras ella.
- ¿A que te gusta, eh, Potter? – dijo con aire despectivo. Harry se volteó para encontrarse cara a cara con Draco Malfoy. – El famoso Harry Potter. Ni siquiera en una librería puede dejar de ser el protagonista.
Aquello era más de lo que Ginny podía soportar. ¿Cómo se atrevía a hablarle así a Harry, si no había sido su culpa?, ¿Cómo osaba molestarlo siquiera? Ginny sintió que no necesitaba su varita para hacerlo pedazos.
- ¡Déjalo en paz, él no lo ha buscado! – replicó, fulminando a Malfoy con la mirada, deseando poder pulverizarlo en aquel mismo instante.
- ¡Vaya, Potter, tienes novia! – dijo Malfoy, y Ginny lo odió aún más. ¿Cómo se atrevía a decir eso delante de Harry? Pero el tonto de Draco había puesto el dedo el la llaga, y Ginny solo sintió como su cara se volvía cada vez más y más roja hasta quedar como un reluciente tomate hervido. Ya no pudo decir nada más, pero deseaba estrangular a Malfoy. En aquel momento aparecieron Ron y Hermione al rescate.
- ¡Ah, eres tú! – Exclamó Ron con desdén - ¿A que te sorprende ver aquí a Harry, eh?
- No me sorprende tanto como verte a ti en una tienda, Weasley – replicó Malfoy – Supongo que tus padres pasarán hambre durante un mes para pagarte esos libros.
Ron se tornó de un rojo aún más brillante que el de Ginny. Soltó sus libros y fue hacia Malfoy, pero Harry y Hermione lo agarraron de la chaqueta.
- ¡Ron! – Exclamó Arthur, abriéndose camino a duras penas con Fred y Goerge - ¿Qué haces? Vamos afuera, que aquí no se puede estar.
- Vaya, vaya… ¡si es el mismísimo Arthur Weasley!
En la puerta había aparecido el padre de Draco, con la misma cara puntiaguda y ojos fríos de color gris.
- Lucius – dijo el aludido, saludando fríamente.
- Mucho trabajo en el ministerio, me han dicho. Todas esas redadas… Supongo que al menos te pagarán horas extras, ¿no? – Dijo mientras se acercaba al caldero de Ginny y, sacando de entre los libros nuevos de Lockhart un ejemplar muy viejo de la Guía de transformación para principiantes, rectificó – Es evidente que no. Querido amigo, ¿de qué sirve deshonrar el nombre de un mago, si ni siquiera te pagan bien por ello?
- Tenemos una idea diferente de qué es lo que deshonra el nombre de una mago, Malfoy – exclamó Arthur poniéndose aún más rojo que Ron y Ginny.
- Es evidente – dijo Malfoy observando a los Granger – por las compañías que frecuentas, Weasley… Creía que no podías caer más bajo.
Entonces el caldero de Ginny saltó por los aires con un estruendo metálico cuando Arthur Weasley se lanzó contra el señor Malfoy, que fue a dar contra una estantería haciendo caer cientos de pesados libros. Los gemelos gritaban “¡Dale, papá!” mientras Molly decía “¡No, Arthur, no!”
- ¡Caballeros, por favor, por favor! – gritó un empleado.
- ¡Basta ya, caballeros, basta ya! – gritó otra voz más fuerte.
Entonces Hagrid ya se acercaba a ellos y en un instante los separó. Uno tenía el labio partido y otro una Enciclopedia de setas no comestibles le había dado en un ojo. El señor Malfoy aún sujetaba en su mano el viejo libro sobre transformaciones. Ginny lo observó con temor cuando él se lo regresó de forma brusca.
- Toma, niña, ten tu libro, que tu padre no tiene nada mejor que darte.
Ginny se sintió muy incomoda con la última mirada que le dio el señor Malfoy antes de salir de la tienda con su hijo. Recogió su caldero y comenzó a echar los libros que le había dado Harry.
- No deberías hacerle caso, Arthur – dijo Hagrid mientras lo ayudaba a levantarse del suelo. – En esa familia están podridos hasta las entrañas, lo sabe todo el mundo. Son una mala raza. Vamos, salgamos de aquí.
Cuando salieron de la tienda, los padres de Hermione aún estaban temblando del susto que se llevaron y Molly iba más que furiosa.
- ¡Que buen ejemplo para tus hijos…, peleando en público! ¿Qué habrá pensado Gilderoy Lockhart?
- Estaba encantado – repuso Fred - ¿No lo oyeron cuando salimos de la librería? Le preguntaba al tipo ese de El Profeta si podría incluir la pelea en el reportaje. Decía que todo era publicidad.
Los ánimos ya se habían calmado cuando el grupo llegó al Caldero Chorreante, donde Ginny, su familia, Harry y todo lo que habían comprado volvieron a la Madriguera utilizando los polvos flu. Antes de despidieron de los Granger, que abandonaron el bar por la otra puerta, hacia la calle muggle.

Llegaron a casa y Ginny, emocionada, se metió en su alcoba a organizar todas sus cosas. Pero no estaba emocionada por la túnica de segunda mano, ni por el libro de trasformaciones viejo que había tomado el señor Malfoy. Estaba emocionada por todos los libros que Harry le regaló. Examinó cada uno de ellos, nuevos, relucientes, con olor a pergamino nuevo y tinta fresca. La verdad, a Ginny no le importaba si esos libros eran nuevos o más viejos que su libro de transformaciones, con el solo hecho de que Harry se los había dado, era más que suficiente para quererlos. La niña pasó el resto de la tarde repasando su lista de materiales, aunque siempre se detenía más de diez minutos observando los libros de Lockhart como si deseara que Harry se apareciera por sus páginas. Con todas sus cosas en orden, Ginny se percató de algo. Dentro del viejo libro de transformaciones había otro, un poco más pequeño y delgado, de color negro y tapas muy desgastadas. La niña lo examinó de reojo y lo abrió. Solo habían escrito un nombre y el resto estaba en blanco. << ‘Bien, otro libro viejo para coleccionar’ >> se dijo un tanto fastidiada. Y lo dejó encima del resto de sus cosas del colegio antes de bajar a cenar.

jueves, 7 de febrero de 2008

Capítulo V. ¡Qué felices vacaciones!

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 5.- ¡Qué felices vacaciones!

Habían pasado tres semanas desde que iniciaran las vacaciones y Ron había pasado largas horas durante las comidas hablándole a su familia de sus dos mejores amigos, Hermione y Harry. Los gemelos y Percy también hacían sus aportaciones a las pláticas, Percy sobre todo hablando de ellos de cómo rompían las normas. Durante aquellas horas, la pequeña Ginny escuchaba encantada todas las aventuras de Harry y preguntaba a Ron toda clase de cosas acerca de él. Poco a poco, Ginny fue conociendo (indirectamente) a Harry. Y se dio cuenta de que la vida del muchacho no era color de rosa como ella pensaba. Ser famoso no era tan cool como ella creía. El estar bajo la mirada de todo el mundo, los murmullos y cuchicheos que lo seguían a donde quiera que fuera, debía de ser inmensamente desagradable. Gracias a Ron, Ginny comenzó a entender que Harry era como cualquier chico, que desea tener una vida normal y que no le gusta ser el centro de atención. Pero, pese a que no lo busca, Harry no pudo evitar ser famoso en el colegio, ya que lo nombraron buscador de su equipo de quidditch (el más joven en un siglo) y era realmente bueno, tanto que atrapó la snitch en 5 minutos en uno de sus partidos. Ginny también se dio cuenta de que Harry era un gran mago, valiente y arrojado, y que, gracia a él, el-que-no-debe-ser-nombrado no regresaría tan pronto como pudo haberlo hecho, ya que lo enfrentó y salvó la piedra filosofal junto con el colegio. Con el paso de los días, Ginny pensaba más y más en Harry, no como “el chico que vivió” sino como un muchacho que ha pasado por mucho y que necesita de una familia, alguien que se merece un poco de felicidad; y parecía también no conocer otro tema de conversación que no fuera él. Ese pequeño hecho desesperaba a su hermano Ron, a quien no dejaba de molestar.
- Cuéntame otra vez cuando atrapó la Snitch en el partido contra Ravenclaw.
- ¡Ya te lo dijo, no hay mucho que contar, la atrapó en 5 minutos! – respondió exasperado mientras bajaba las escaleras hacia la cocina con Ginny pegada a sus talones.
- Bueno, dime cuando salvó la piedra filosofal. ¿Es cierto que se enfrentaron a un mounstro de tres cabezas? ¿Llegó sólo a donde se encontraba el profesor Quirrell con quien-tú-sabes?
- ¡Ya te lo conté ayer y la semana pasada!, ¡¿quieres dejarme respirar?! – exclamó Ron, muy molesto.
- Que carácter. – dijo Ginny con irritación, que solo duró dos segundos - ¿Ya te escribió?, ¿Cómo ha pasado las vacaciones?, ¿Vendrá de visita?, ¿Cómo lo tratan sus tíos?
Por una vez Ron se detuvo en seco y volteó hacia su hermana.
- No me ha contestado ninguna de las cartas que le he mandado, tampoco a Hermione. – dijo con voz queda más para él que para Ginny.
- ¿Crees que le pasó algo?, ¿estará bien? – preguntó Ginny, asustada.
Ron sacudió la cabeza y continuó bajando a la cocina murmurando algo asó como << 'creo que tengo un plan' >>, aún con su hermana pisándole los talones.
Cuando llegaron a la mesa, Arthur Weasley, su padre, ya estaba sentado y con un plato de comida caliente frente a él, los gemelos y Percy también ya estaban sentados. Al ver al menor de sus hijos varones, papá Weasley le habló.
- Ron tengo noticias sobre Harry.
- ¿Qué le pasó?, ¿está bien? – preguntó, pero no Ron, sino Ginny. Inmediatamente después de haber abierto la boca escondió la cabeza colorada como tomate al ver que toda su familia la observaban sorprendidos.
- ¿Qué pasó, papá? – preguntó, ahora sí, Ron.
- A Harry le han mandado una amonestación oficial de parte de la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia por hacer magia enfrente de los muggles con quien vive.
- ¡¿QUE?! – exclamaron todos.
- Sí. Al parecer Harry convocó un encantamiento levitarorio frente a ellos. Si no tiene cuidado, la próxima vez lo pueden expulsar del colegio.

Pasaron unos días desde que papá Weasley llegó con las noticias de que Harry se había ganado una amonestación por hacer magia fuera del colegio. Ginny seguía muy preocupada por él, al igual que Ron y sus padres.
Aquella tarde Ginny encontró a Ron hablando con los gemelos en un rincón de la cocina, mientras su madre estaba en el patio trabajando en su huerta. De vez en cuando uno de de los chicos alzaba la cabeza como vigilando que nadie los escuchara (o mejor dicho vigilando que su madre no entrara a la cocina).
- Muy bien, ya quedamos. – exclamó Fred, estirando los brazos.
- ¿Cuándo? – preguntó George.
- ¿Qué les parece esta noche? – sugirió Ron.
- No, es muy arriesgado – dijo Fred – Además tenemos que planearlo muy bien.
- Podemos hacerlo esta noche, papá ha avisado que tiene redadas extras, últimamente lo han hecho trabajar bastante. Dijo que se quedará en la oficina, llega hasta mañana. – dijo Ron.
- Está bien, será esta noche. Ahora el único problema es ma…
George se detuvo al ver a Ginny que los observaba atentamente. Ella conocía perfectamente a sus hermanos como para descubrir cuando estaban planeando hacer algo que a su madre la volvería loca.
- ¿Qué nos estás viendo Gin? – preguntó Fred, fingiendo inocencia.
- Nada – respondió Ginny con el mismo tono que él. Su hermano la miró receloso y sorprendido.
- Entonces no tienes porque quedarte ahí como estatua. – agregó George.
- ¿Por qué no? Puedo quedarme como una estatua donde yo quiera, es mi casa.
- No seas fastidiosa Ginny y vete a tu habitación – exclamó Ron.
- Que agradable eres, hermanito, pero no quiero irme a mi habitación. – respondió con desdén. – Mejor díganme lo que están planeando.
- ¿Quién dice que hemos planeado algo? – inquirió George, pretendiendo estar sorprendido e indignado.
- Sí, ¿Quién nos acusa de algo así? – continuó Fred.
- Está bien – exclamó Ginny con hastío – no me lo digan. Al fin de cuentas, no será mi cuello el que esté en peligro de caer en las manos de mamá cuando se entere de lo que sea que vayan a hacer.
Y dando la vuelta altivamente se encaminó a su alcoba, donde se encerró y se puso a escribir otra carta para Harry. Ella acostumbraba a escribir una carta diaria para él, que al final del día terminaba rota y tirada en la basura. No tenía el coraje de enviarla. Además << 'ni siquiera se tomará la molestia de abrirla' >> pensaba justo antes de hacerla añicos con sus manos.

Llegó la hora de la cena. Los gemelos y Ron parecían más callados que de costumbre.
- Ron, estas muy serio. – preguntó Ginny perspicazmente. Sabía que lo que fueran hacer sus hermanos, sería aquella noche y ella quería averiguarlo, si tenía que ser frente a su madre, no le importaba.
- No estoy serio – respondió fulminando a su hermana con la mirada.
- Ron – intervino mamá Weasley – imagino que debes estar preocupado por Harry. Tu padre y yo hemos hablado al respecto. Si para el viernes no te ha contestado iremos a hablar con Dumbledor para decirle si podemos traerlo aquí, con nosotros. Dudo que sus tíos puedan negarse si es el mismo Dumbledor quien se los pide.
- He… sí, tienes razón mamá – contestó Ron mirando de soslayo a Fred y George.

Aquella noche Ginny fue la primera en irse a acostar pero creyó ser la última en dormir. Durante horas se la pasó dando vueltas en la cama pensando en el pobre de Harry Potter en casa de sus malvados tíos muggles. Probablemente quería escapar y no lo consiguió.

Finalmente había amanecido << ¡que escándalo tienen allá abajo! >> pensó Ginny mientras se cubría la cabeza con la cobija. No se quería levantar. Era muy temprano para que su madre ya estuviera gritándole a sus hermanos desde el patio de la casa << 'creo que sí los atrapó' >> se dijo a sí misma << 'eso les pasa por no contarme lo que planean, ja' >>. Pasó un rato y su madre seguía gritando. << 'Bien, ya me desperté' >> pensó Ginny con aire resignado. Se desperezó y se sentó en la orilla de la cama. << 'Creo que ya puedo bajar' >>, después de todo, los gritos de su madre habían cesado. Era temprano para ya estar levantada, pero gracias a sus hermanos, ya no tenía sueño. Todavía llevaba su camisón de dormir cuando iba bajando las escaleras hacia la cocina. Pero al momento de entrar, lo que vio ahí la petrificó por un segundo. El mismísimo Harry Potter estaba sentado en su cocina, al lado de su hermano Ron, desayunando. Lo único que su cerebro pudo lograr que hiciera fue gritar con todas sus fuerzas antes de volver a su alcoba más colorada que un tomate hervido y hecho puré. Corrió escaleras arriba hasta que cerró la puerta de su cuarto tras de sí << ¡no puede ser! >> Se decía, << ¡me vio y yo con bata! >> Tenía el urgente deseo de enterrarse en el jardín con los gnomos y no salir de ahí jamás. Con toda la vergüenza del mundo se metió a bañar y se cambió, pero aún no quería salir de su habitación. En aquel momento escuchó pasos en la escalera cerca de su cuarto. Entreabrió la puerta con la esperanza de que fuera Harry el que pasara por ahí y curiosamente, sí era. Seguía a Ron hasta su alcoba. Durante unos eternos segundos Ginny lo contempló caminar como en cámara lenta. Para ella era un deleite ver su alborotado cabello negro y sus ojos tan verdes como los sapos de la laguna. Entonces, como si lo llamaran, Harry volteó hacia la habitación de Ginny y la miró a los ojos una fracción de segundo antes de que ella diera el portazo, escondiéndose de él.

Pasado un rato se atrevió a salir del cuarto. Casi como si fuera un espía llegó a la cocina, escondiéndose de todo aquel que se le cruzaba por el camino por si era Harry. Aún sentía tanta vergüenza que la hubiera visto en camisón que pensaba que no podría verlo de frente el resto de su vida.
Se sentó a desayunar (aunque ya era casi la hora de la comida) Tomó una salchicha y se la sirvió en su plato, entonces intentó servirse un poco de agua, justo en ese momento entraron Ron y Harry riendo de algún gracioso chiste, eso provocó que Ginny se vaciara la jarra de agua encima y que saliera corriendo de nuevo a su habitación.
<< ¿Cuantas más vergonzosas actuaciones podrás tener frente a Harry? >> Le preguntó una vocecita en su cabeza cuando bajaba nuevamente con otra blusa puesta.

Si hubiera tenido que responderse, se hubiera dicho << ¡miles más, Ginebra Weasley! >>, agregado << ¿cómo puedes ser tan tonta? >> Había pasado una semana desde que Harry se quedara con ellos y Ginny seguía siendo incapaz de no tirar lo que estuviera a su alcance cada vez que él se le aparecía. Incluso tiraba las cosas que no se podrían caer a menos que un terremoto las sacudiera, más cuando Harry le dirigía algún vago << 'buenos días' >> en las pocas mañanas cuando se cruzaban por las escaleras. << ¡¡NI SIQUIERA PUEDES DECIR BUENOS DIAS, WEASLEY!! >> Se gritaba a sí misma cada vez que abría la boca y nada salía de ella.
Entonces, aquella soleada mañana, Ginny ya estaba en la cocina desayunando hojuelas con sus padres cuando llegó una hermosa lechuza marrón cargando 6 cartas de colegio.
- Finalmente llegaron las cartas. Y son seis. – Exclamó mamá Weasley.
- Vaya, Dumbledor sabe que Harry está con nosotros – dijo papá Weasley. – También viene tu carta Ginny, ¿acaso no estás emocionada?
Ginny abrió la boca para contestar, pero justo en aquel instante Harry y Ron entraron a la cocina provocando, como en muchas ocasiones anteriores, que ella intentara coger una cucharada de hojuelas con más fuerza de la que era necesaria, dando como resultado la estrepitosa caída de su desayuno, terminando bajo sus pies. En una fracción de segundo, Ginny ya estaba bajo la mesa recogiendo su plato y escondiendo la cara colorada de Harry. Pero no podía esconderse para siempre, tendría que salir algún día. Se levanto tratando de no tirar la mesa en el intento y dejó su plato. Harry parecía no haber visto nada, pero ella no estaba tan segura. Ya se le había quitado el hambre y tenía el deseo de salir corriendo, pero no lo hizo, tenía que revisar su carta de Hogwarts. De cualquier manera, estaba decidida a no mirar otra cosa que no fuera la hojuela abandonada que quedó sobre la mesa, ni de chiste miraría a Harry.
- Han llegado las cartas del colegio – dijo papá Weasley entregándole a Harry su carta. – Dumbledor sabe que estás aquí Harry; a ese no se le escapa ni una. También han llegado cartas para ustedes dos. – añadió al ver aparecer a los gemelos aún en pijamas.
Todos leían sus cartas del colegio. Ginny sintió una desagradable punzada en el estómago al ver la lista de materiales, y fue como si su desayuno se quisiera escapar de sus entrañas. Sabía que la escuela no era barata, y al ser su primer curso, le pedirían aún más cosas. Ya se imaginaba con muchas de ellas, pero todas pertenecientes anteriormente a sus hermanos. Libros, túnicas, su varita, el caldero… la lista era enorme, más porque incluía toda la colección de los libros de Gilderoy Lockhart. No se imaginaba como sus padres se las iban a arreglar para conseguir todo lo que necesitaba.
- ¡También a ti te han mandado todos los libros de Lockhart! – exclamó Fred examinando la lista de Harry. – El nuevo profesor de DCAO debe ser una fan suyo; apuesto a que es una bruja.
Ginny sonrió cuando Fred se calló de inmediato al ver la expresión asesina de su madre. Era cierto que a mamá Weasley le agradaba bastante ese sujeto, y a decir verdad, pensaba Ginny, << ‘se ve muy simpático y es muy guapo’ >>
- Todos estos libros no resultarán baratos – comentó George, mirando de reojo a sus padres. Finalmente se tocaba el tema del dinero – De hecho, los libros de Lockhart son muy caros…
- Bueno, ya nos las arreglaremos – repuso mamá Weasley, aunque parecía preocupada, al igual que Ginny. – Espero que a Ginny le puedan servir muchas de sus cosas – agregó.
La niña ya sabía que eso pasaría, sería un milagro llevar algo nuevo al colegio cuando son 5 listas de libros las que se tienen que surtir. Ginny continuaba con ese pensamiento en su cabeza cuando una voz la sacó se su ensimismamiento y la trajo a la realidad de golpe. Harry le estaba hablando.
- ¿Es que ya vas a empezar en Hogwarts este curso?
Ginny estaba tan sorprendida que, de haber estado cerca de algo, lo habría tirado. Como de costumbre, no encontró la voluntad para abrir la boca y responder, así que solo asintió con la cabeza sin poder evitar tornarse de un rojo brillante hasta la raíz del pelo. Nuevamente intentó tomar una tostada para distraer la atención y solo consiguió meter el codo en el tazón de mantequilla.
<< ¡PERO SI SERÁS…! >> Se regañaba dentro de su cabeza rezando por que Harry se hubiera distraído con la entrada de Percy a la cocina.
- Buenos días a todos – dijo su hermano con seguridad – Hace un hermoso día.
El muchacho se sentó en la única silla que quedaba, pero inmediatamente se levantó cargando a Errol, su lechuza macho, que parecía apunto de infartarse.
- ¡Errol! – exclamó Ron, cogiendo al ave y sacándole una carta que traía bajo el ala. - ¡Por fin! Aquí está la respuesta de Hermione. Le escribí contándole que te íbamos a rescatar de los Dursley.
Ron rasgó el sobre y leyó la carta en voy alta comunicándoles a todos los saludos de Hermione y la noticia de que viajaría al callejón Diagon en unos días y ver si se podrían encontrar ahí con ella.
- Bueno, no estaría mal, podríamos ir también a comprar su material – dijo mamá Weasley mientras recogía la mesa - ¿Qué van a hacer hoy?
- Vamos a ir a jugar un rato afuera, quidditch – dijo Ron. – ¿Vienes Percy?
- No, gracias – contestó solemne su hermano, que inmediatamente fue a su alcoba y se encerró.
- Muy bien – respondió su madre – pueden jugar, pero tengan cuidado.
Ginny observó marcharse a Fred, George, Ron y Harry hacia el jardín. Le habría encantado ir con ellos para mostrarle a Harry que ella también sabía volar, pero sus hermanos nunca la dejaban jugar, ahora menos porque Harry jugaría con ellos. Así que subió a su alcoba luego de ayudarle a su madre con los trastes a ver si lograba verlos jugar desde su ventana.

Capítulo IV. ¿Era él ‘el chico que vivió’?

TOMO I: Inicia una vida.

Capítulo 4.- ¿Era él, 'el chico que vivió'?

Era temprano cuando regresaron a su casa aquella tarde. Arthur Weasley, el padre de Ginny, aún se encontraba en el trabajo, así que su madre se puso a trabajar en la cocina y con los quehaceres cotidianos que había dejado pendientes. Ginny aún estaba triste, pero ya no tanto por la partida de sus hermanos, sino por algo que le rondaba en la cabeza desde que vio a ese misterioso chico de ojos verdes sapo que resultó ser uno de sus más grandes héroes. Hasta entonces, ella había pensado que sería genial ser él, haber sobrevivido y derrotado a ese mago tenebroso, ser famoso y reconocido por todo el mundo, aunque se viviera con muggles. Ginny sabía que Harry Potter vivía con muggles porque su papá y hermanos le habían contado en alguna ocasión (o muchas, mejor dicho) que él se había ido a vivir con sus tíos, que eran muggles, luego de la muerte de sus padres, para su protección. << ¿Protección de qué? >> pensaba Ginny, si él había derrotado al más malvado mago de la época; pero su padre insistía en que era lo mejor. Ella había soñado tanto con conocerlo. De pequeña se imaginaba que Harry se enamoraba de ella en cuanto la conocía y se casaban, que tenían muchos hijos y vivían felices para siempre al otro lado de la colina. Aunque Ginny sabía que, cuando Harry sobrevivió, solo era un bebé, siempre se lo había imaginado alto, fuerte, lleno de confianza y grandes poderes. Se imaginaba que sus tíos lo mantenían en una especie de altar donde le cumplían todo lo que quería simplemente por haber hecho lo que hizo, y que lo trataban más que como su propio hijo y lo hacía muy feliz, más de lo que pudiera estar en el mundo mágico, ya que sus padres habían muerto y eran su única familia. Pero cuando lo vio por primera vez, incluso antes de saber que era él, supo que no era un niño feliz, lo descubrió en su mirada llena de tristeza y abandono. Hasta ese momento, Ginny se dio cuenta de lo que realmente él había hecho y lo que realmente ese hecho le había costado, lo que le había arrancado de su vida. Ginny se sintió agradecida, agradecida de tener a sus padres que la amaban y a sus hermanos que la cuidaban (aunque muchas veces se quejaba de que siempre la hacían a un lado y no le prestaban la más mínima atención). Y entonces pensó en Harry, y sintió el deseo de compartir lo que tenía con él, de darle el cariño que probablemente nunca tuvo. Ella lo admiraba por ser el “chico que vivió”, pero ahora pensaba en él como “el chico que necesita cariño”, y ella estaba más que dispuesta a dárselo.
- ¿Sigues triste por que se fueron todos?
Su madre se había quedado un rato observándola sentada en la mesa de la cocina. Ginny bajó la cabeza y pensó antes de contestar.
- No es eso – respondió al fin. Y evitando la mirada de su madre, agregó:
- Jamás me imaginé que Harry Potter, “el chico que vivió”… pues… fuera así.
- ¿Así?, ¿Cómo?
- Tan triste y… solo. Siendo que en nuestro mundo todos lo conocen y lo aprecian. ¿Cómo es que se ve así?
- No lo conocen, no en realidad – la corrigió su madre – Saben quien es, conocen su nombre, pero jamás lo han visto, así como nosotros no lo reconocimos cuando llegó. Todos estos años él estuvo con su familia muggle porque aún es un niño y tanta atención no es buena para él. El haberse quedado en nuestro mundo habría significado exponerlo a lo sucedido constantemente, además, todavía hay magos malvados que les encantaría hacerle daño.
- Tu dijiste que no era raro verlo solo. ¿Qué pasa con su familia?, ¿no lo quieren o qué?
­- No lo creo. Hay muchos muggles que detestan la magia. Además, no es raro, luego de todo lo que tuvo que pasar, incluso aunque haya sido solo un bebé.
Ginny se quedó pensando. Se quedó más preocupada por Harry Potter que por el resto de sus hermanos en el colegio.

*

Así pasaron los días, luego las semanas y los meses. El clima comenzaba a enfriarse y, ahora que ya ninguno de sus hermanos estaba, se sentía libre de andar por su casa sin que nadie la molestara. No era víctima de las bromas de Fred y Goerge (aunque pocas veces caía), no tendría que discutir con Ron por cualquier cosa insignificante, y no tendría que soportar las largas letanías de Percy con sus consejos sobre el comportamiento y las normas. Estaba sola para salir al campo, pasear por la casa y, lo mejor, practicar quidditch. Tenía tantas ganas de tener una escoba propia, pero eso no era posible sin embargo, no se lo pensó dos veces para buscar la vieja Estrella Fugaz de Ron que, aunque no era muy veloz, algo era algo.
Molly estaba en la cocina preparando la cena, así que la pequeña Ginny se escabulló al patio, entró en la escobera, buscó y rebuscó hasta que encontró la vieja escoba, de mango muy usado y ramitas un tanto desalineadas, pero que aún podía volar. Salió de la escobera, llegó a la cima de la colina hasta un claro rodeado por árboles y subió en la escoba, cuidando de no volar muy alto para no ser vista por la gente del pueblo de más abajo. Ginny ya tenía cierta experiencia en hacer eso, ya que desde que tenía 6 años, se veía obligada a practicar de aquella manera, siempre escondida de todas las miradas indiscretas, principalmente la de su madre y sus hermanos mayores, que nada sabían de su afición al quidditch. Transcurrieron un par de horas en las que la pequeña disfrutó volando de un lado a otro, buscado frutas entre los árboles y tratando de atrapar algunas aves antes de que lograran llegar a sus nidos; como no podía hacer magia, se las ingeniaba de esa forma para practicar. Uno de sus sueños era, aparte de entrar en Hogwarts, ser miembro del equipo de quidditch representativo de su casa, Gryffidor, jugar y ganar la copa del torneo y ser como su hermano Charlie o los gemelos, que siempre la emocionaban hablándole de todos sus partidos. Ya casi oscurecía y Ginny bajó de la escoba y se encaminó a su casa, no sin antes dejar en su lugar la escoba de su hermano.

Así pasaron los días hasta que ya se acercaba navidad y Molly se encontraba en la cocina leyendo el correo. Ahí venía una carta de Hogwarts.
- ¿Quién escribió, mamá?
- Es de Ron. Dice que él, Harry y Hermione son ahora muy buenos amigos.
- ¿Harry?… ¿Harry Potter?
- Sí
- ¡Que bien!, ¿Pueden venir para navidad?, ¿Se puede quedar con nosotros?
- No Ginny, recuerda que esta navidad la pasaremos con Charlie en Rumania. Por eso Ron dice que se quedará en el colegio para hacerle compañía a Harry. Además ¿Por qué estás tan interesada?
- Por nada – respondió rápidamente, ocultando la cara de su madre.
- Bueno, que te parece si mejor me ayudas a terminar este pastel de chocolate.
- ¿Para quién es?, ¿y ese jersey color verde?
- Son para Harry. Ron me escribió diciéndome que Harry piensa que no recibirá nada para navidad, que sus tíos ni se acuerdan de él, así que he decidido mandarle algo bonito.
- Claro que te ayudo, si es para Harry…

*

Las vacaciones en Rumania fueron muy interesantes. Charlie tenía ya numerosas cicatrices y quemaduras nuevas ganadas en su trabajo. Las dos semanas que permanecieron en aquel país, Ginny no dejaba de hablar de Harry, de sus hazañas en el colegio, las cuales conocía por las cartas de Ron. Charlie ya se estaba cansando de escucharla.
- … y ya este año empezó en Hogwarts. ¿Sabes que es el mejor amigo de Ron? Ron me dijo que en la noche de Halloween un enorme Troll se metió en el colegio y que él y Harry lograron derrotarlo, salvando a Hermione. Ahora los tres son muy buenos amigos. También dice que el profesor de Pociones, Snape, trata muy mal a Harry, dice que es incluso más desagradable que de costumbre. Yo no lo conozco, pero debe de serlo, ¿no crees?
- Imagino que sí, Ginny – dijo Charlie con gesto de fastidio.
- Ginny, creo que ya cansaste a tu hermano.
- Claro que no. ¡Le estoy hablando de Harry Potter!, ¡HARRY POTTER! No es cualquiera. Ron también me escribió diciéndome que es el nuevo buscador del equipo de Gryffindor.
- Un momento, ¿buscador? ¿Qué no se supone que está en primero? Los de primero no pueden entrar a ningún equipo todavía.
- Pues Ron me escribió diciendo que le dieron un permiso especial y que la profesora McGonagall le dio una Nimbus 2000 para que jugara. ¡Y ganó su primer partido! Ron me contó que fue genial.
- Pues vaya que tiene suerte. El jugador más joven en casi 100 años. Espero que ahora sí ganen la copa. No la habían ganado desde que fui buscador y capitán.
- ¡Hay!, claro que van a ganar, ¡Harry es el buscador!
- ¿Y crees que es mejor buscador que yo? – preguntó su hermano fingiendo algo de enfado.
- Pues no lo sé. A lo mejor sí. – respondió Ginny, siguiéndole el juego.
- Pues yo creo que no. Apenas tiene once años y si nunca antes había montado una escoba… ¿cómo puede ser el mejor buscador del colegio?
- Pues por algo lo escogieron, ¿no?, sin importar que solo tenga once años, tiene talento natural. Le dieron un permiso especial ¡ESPECIAL! El mismo director se lo concedió.
- Pues yo tendría que jugar contra él para demostrarte que soy mejor.
- No le ganarás.
- ¿No le ganaré porque él es bueno o porque tú no quieres que le gane?
Ginny abrió la boca, pero no dijo nada, entonces se puso tan colorada como un camarón y Charlie soltó una carcajada.

Así pasaron las vacaciones de navidad. Regresaron a Gran Bretaña y Ginny seguía emocionada hablando de Harry. Las cartas de Ron eran muy buena fuente de información.
Pasaron los meses y así llegó julio, y con él el fin de curso. Ginny ya estaba ansiosa de que el tren llegara. No podía esperar más para verlo otra vez, y menos luego de las grandes hazañas que había logrado al final del curso. Logró rescatar la piedra filosofal de el-que-no-debe-ser-nombrado y le enfrentó como muy pocos, ganaron la copa de las casas y estaba bien. Entonces, entre los andenes 9 y 10, aparecieron tres personas: Harry, Ron y Hermione pasaron juntos a la estación. Ginny no logró contener su emoción y comenzó a señalarlos justo desde donde se encontraba.
— ¡Allí está él, mamá, allí está, míralo!, ¡Harry Potter! — exclamó llena de emoción, ni siquiera había visto a ninguno de sus hermanos, solo tenía ojos para Harry Potter. —. ¡Mira, mamá! Puedo ver…
— Tranquila, Ginny. – exclamó su madre al verla tan excitada. – Es de mala educación señalar con el dedo.
Ginny bajó la mano pero su emoción no disminuyó. Ya no gritaba, tan solo lo contemplaba embelesada. Ahora pudo distinguir en el verde sapo de sus ojos que se sentía bien y estaba feliz, al menos más que cuando llegó por primera vez. Ahora se daba cuenta que le gustaba sus ojos detrás de esas gafas redondas. Y la sacudida que había sentido antes en su estómago se intensificó. Molly les sonrió.
— ¿Un año movido? —les preguntó.
— Mucho —dijo Harry—. Muchas gracias por el jersey y el pastel, señora Weasley
— Oh, no fue nada.
— ¿Ya estás listo?
Un hombre con el rostro púrpura, bigotes y con aire furioso contemplaba a Harry de una forma que haría retroceder a cualquiera. Detrás de él había una mujer delgada con cara de caballo y un muchacho tan gordo que parecía un enorme cerdo vestido de traje, ambos con aire aterrorizado ante la sola presencia del muchacho. << ¿Harry piensa irse con ellos? >> Se preguntó Ginny, asustada. No se podía creer que ellos eran la bondadosa familia que ella había imaginado. Ahora entendía la tristeza en la mirada de Harry.
— ¡Usted debe de ser de la familia de Harry! —dijo Molly Weasley.
— Por decirlo así — respondió el hombre —. Date prisa, mucha­cho, no tenemos todo el día. — Dio la vuelta para ir hacia la puerta.Ginny observó a Harry despedirse de sus amigos con una sonrisa burlona en sus labios. Cualquier cosa que él les dijo, lo hacía inmensamente feliz. El muchacho de marchó tras su tío y desapareció en la estación, mientras que Ginny regresaba a casa, con su familia.