sábado, 16 de febrero de 2008

Capítulo IX: La petición de Tom.

TOMO 2: Primer año en Hogwarts.

Capítulo 9.- La petición de Tom.

Pasó la primera semana de colegio y Ginny estaba algo atareada con toda la cantidad de deberes que le habían encargado, desde transformaciones hasta pociones, que era la que menos le gustaba, ya que Snape tenía la desagradable tendencia de favorecer a los de la casa de Slytherin. Todas las materias eran complicadas y requerían bastante concentración.
Para el viernes de la primera semana, Ginny se sentía cansada. Pero no solo era la abrumadora cantidad de deberes, << ‘sí – se decía a sí misma – es mucho trabajo, pero no tanto para sentirme así’ >> Si se le hacía difícil el colegio al comienzo, no se imaginaba como sus hermanos habían pasado tan campantes cada año. Pero la verdad era que no eran las tareas las que la tenían casada. Hacía un par de días, desde que Tom le contara que él mismo había estado en Hogwarts y otras cosas de su estancia en el colegio, cosas extrañas, que ella se había vuelto más aprensiva, ya que su querido Tom también le había solicitado un favor: visitar el baño de niñas del segundo piso. La verdad, Ginny no se imaginaba que debía buscar ahí, pero aún así fue y se topó con Myrtle la llorona, una fastidiosa fantasma que siempre rondaba aquellos baños. Al entrar Ginny al lugar, la fantasma le dio un tremendo susto.
- ¿Qué haces aquí? – Preguntó Myrtle con desdén.
- N-nada – respondió Ginny en un susurro. – S-soy de primero y me urgía un baño – inventó rápidamente. - ¿Te molesta que entre?
Myrtle la miró por un momento muy suspicazmente y luego dijo:
- Este es mi baño. Así que será mejor que no se te haga costumbre venir a interrumpirme.
- Pero no estás haciendo nada.
- ¡Típico de los vivos, siempre son insensible y no les importa nada de lo que yo haga o deje de hacer!
Y dando un ensordecedor chillido, se sumergió en uno de los retretes y desapareció. Ginny se quedó algo desconcertada, pero ya no le prestó atención. Sacó su diario y comenzó a escribir en él.
<< ‘Ya estoy aquí, Tom. ¿Qué necesitas que busque o que haga?’ >>
Las letras escritas por Ginny desaparecieron para reaparecer las siguientes:
<< ‘Tú has sido una gran amiga para mí, Ginny y necesito que me hagas un favor’ >>
<< ¿De que se trata, Tom? >>
<< ‘Ahora lo sabrás…’ >>
Las siguientes palabras que se dibujaron en la página eran irreconocibles para Ginny. De pronto, todo sonido de agua goteando y los distantes gemido de Myrtle la llorona que habían a su alrededor cesaron y ella no podía ver otra cosa que no fueran aquellas palabras. Su contorno comenzó a cambiar y Ginny sintió que no podía mover ningún músculo del cuerpo. Se fue perdiendo más y más en aquellas palabras incoherentes hasta que éstas desaparecieron y un punto de luz en el centro de la página la cegó por un instante. Paso un momento, Ginny reaccionó de nuevo, pero ya no se encontraba en el baño de las niñas, sino cerca de la cabaña de Hagrid, escondida detrás de un árbol. Hagrid se metía a su cabaña llevando algo muerto en las manos. Se sentía cansada y con ganas de vomitar. Vio que ya era tarde, casi anochecía. Y también se dio cuenta de algo más. En su túnica había una gran cantidad de plumas de gallo y sus manos estaban un tanto doloridas. Una angustia terrible apareció en su pecho, ¿Qué hacía ahí y porqué tenía plumas en su túnica? ¿Qué había hecho? No tenía ni idea. No llevaba su mochila ni el diario consigo. No recordaba haberlo dejado en su alcoba. Entonces le entró miedo de haberlo olvidado en algún otro lugar y haberlo perdido. Se sacudió todas las plumas de su traje y, vigilando cuidadosamente que nadie la viera, salió corriendo rumbo al castillo. Pero antes de alcanzar alejarse unos metros, Hagrid salió nuevamente de su cabaña.
- Hola – saludó alegremente – Tú debes ser la hermana pequeña de Ron, ¿cierto?
- Sí – respondió Ginny, no teniendo más remedio que acercarse a Hagrid para no lucir sospechosa.
- Te reconocí por el color de tu cabello. ¿Qué haces por aquí?
- Nada, solo contemplando el campo. Tienes unas calabazas enormes – comentó para hacer un tema de conversación alejado de su presencia ahí.
- Sí, son para la noche de Halloween. Aún les falta crecer un poco.
Para Ginny, aquellas calabazas ya no debían crecer más a menos que fuera magia en lugar de agua con lo que las regaba.
- He visto en mis primeras clases de Herbología que hay hechizos fertilizantes, ¿le has echado uno?
- Algo por el estilo – se sonrojó Hagrid.
- Bueno – dijo Ginny, ya desesperada por marcharse de ahí para buscar su diario. – Está bien, creo. Me tengo que ir. Tengo tarea.
Y se fue corriendo.
Al llegar a la torre de Gryffindor, casi sin aliento, buscó entre todas sus cosas y encontró su tan querido diario en el fondo del baúl. Lo sacó y lo abrazó fuerte, luego sacó una pluma y comenzó a escribir en él. Se sentía muy angustiada y necesitaba hablarlo con alguien, y la única persona en la que confiaba era Tom Riddle.
<< ‘Querido Tom, – escribió muy rápidamente – creo que estoy perdiendo la memoria. He encontrado plumas de gallo en mi túnica y no sé porqué están ahí. Tampoco sé como llegué a los terrenos del colegio. No me he sentido muy bien estos últimos días.’ >>
Tom tardó un rato en contestar.
<< ‘No te preocupes – respondió al fin – Yo también estuve en el colegio y las tareas me quitaban todo lo demás de la cabeza, a veces se me olvidaba hasta comer.’ >>
<< ¿Estás seguro que solo es eso, no es algo más grave? >>
<< ‘Claro que no. Has tenido mucho trabajo y estas cansada. Es el estrés normal del colegio. Lo que debes hacer es dormir un poco, ya mañana te sentirás mejor.’ >>
Ginny no parecía muy convencida, pero si Tom le decía que no debía preocuparse, ella le haría caso.

Al día siguiente era el primer sábado de septiembre. Tal vez fue el hablar con Tom o que había dormido hasta bien tarde, que ya se sentía con más energía, incluso había olvidado el pequeño incidente del día anterior. Se levantó a desayunar y luego de vuelta a la sala común, no le apetecía salir. Cuando se sentó en un mullido sillón para platicar con Tom, Colin Creevey entró por el hueco del retrato acompañado por unos alumnos de cuarto.
- …entonces me dijeron que ese chico rubio, creo que se llama Malfoy, le dijo algo así como ‘sangre sucia’ y todos se pusieron histéricos.
- ¿De verdad le dijo así? Que grosero – exclamó indignado uno de los chicos.
- ¿Qué pasó después?
- Pues según esto, el amigo de Harry, el pelirrojo, intentó hechizarlo, pero no le salió. El hechizo le pegó a él mismo y comenzó a escupir montones de babosas, fue genial.
- ¡Wiiiiuuuuu! – exclamaron todos aquellos que los escucharon.
- Harry se fue con su amigo a donde el guardabosques…
Ginny, que había escuchado parte de la conversación, se preocupó por su hermano, pero esa preocupación desapareció cuando volvió a sentirse un poco débil, antes de la cena. Al regresar a la sala común se topó con Hermione y ella le comentó que Ron ya se encontraba bien pero que ahora, tanto él como Harry, se encontraban cumpliendo sus castigos.
Ginny no acudió a cenar, mejor se fue a dormir temprano. Pero antes de acostarse tenía el insistente deseo de hablar con Tom, era como si casi la estuviera llamando desde sus blancas páginas. Abrió el libro y lo observó largo rato sin escribir nada. Entonces, como si Tom supiera que ella lo tenía en sus manos abierto, una inscripción apareció.
<< ‘Puedo ver tu corazón, Ginny… ahora me pertenece… ahora eres mía…’ >> y el resto ya no tuvo sentido. Ginny cerró lentamente sus ojos, aún observando aquella inscripción hasta que desapareció en la oscuridad y ya no supo más.

Ginny abrió los ojos. Estaba recostada en su cama, pero estaba completamente vestida y mojada, como si acabara de llegar de debajo de la lluvia. Otra vez sentía nausea y dolor de cabeza. Estaba agotada y temblorosa, mas no entendía porqué. Observó el reloj y era pasada la media noche. Se sentía realmente enferma. Se dio vuelta en la cama y se quedó completamente dormida, sin haberse quitado siquiera la túnica.

A partir de aquella noche, Ginny comenzó a tener extraños sueños donde había un cuarto enorme y frío, completamente oscuro y aterrador, que la hacían sentir atrapada. Ojos de un color escarlata la perseguían a donde quiera ella que iba. Cada vez que tenía esos sueños, Ginny ya no podía conciliar el sueño. Pasaba la mayor parte de la noche con los ojos bien abiertos indagando en la oscuridad el porqué de aquellas pesadillas.
Así llegó octubre, y con él un frío húmedo que la niña asociaba a la oscuridad de sus sueños. Durante aquel trimestre se extendió por todo el colegio una epidemia de catarro, atacando tanto a profesores como alumnos. Ginny, llevaba varios días bastante pálida, incluso antes de la epidemia, razón por la cual no dejaba de ser molestada por su hermano mayor Percy.
- Yo insisto – decía Percy una tarde de mediados del mes en la sala común.
- En serio, estoy bien.
- Claro que no. Mírate, estás pálida y debilucha. Mamá tendría mucho que decir al respecto si te viera así.
- Es que no quiero Pepperup, te digo que me encuentro bien. Además no quiero que vapor me salga por las orejas.
- Nada de eso. Tomarás la poción y te irás a la cama después de la cena. Si no te mejoras no irás al banquete de Halloween que será en unos días.
Sin mucho ánimo, la niña aceptó, con tal de que su hermano dejara de insistirle.

Llegó el 31 de octubre. Era tarde y todo el colegio estaba ansioso por ir al banquete de Halloween. A las 7:30 de la noche, Ginny estaba sentada al lado de Colin Creevey en el gran comedor cuando aparecieron grandes cantidades de comida y postres, pero Ginny no sentía mucho apetito. De hecho, el solo ver la comida le revolvía el estómago, se sintió mareada y salió casi corriendo al baño de las chicas. El primero que alcanzó fue el del segundo piso. Estaba completamente vacío. Una llave goteaba incesantemente de una forma hipnótica de uno de los lavamanos rotos, y Ginny cerró los ojos fuertemente, como tratando de apaciguar las nauseas. De pronto, al abrirlos, se dio cuenta de que ya no estaba en el baño. Era la una de la madrugada y estaba en su alcoba, aunque no recordaba cómo había llegado ahí. El resto de sus compañeras estaban ya dormidas y ella parecía haber acabado de llegar, porque aún traía puesta su túnica del colegio, pero estaba llena de una sustancia roja. Ginny lo tocó pensando que pudiera ser sangre, pero solo era pintura. Su querido diario estaba en la mesita de noche, donde la lamparita de luz estaba apagada. Se sentía cansada y enferma. Con algo de esfuerzo se quitó su túnica sucia, se puso su pijama y se metió a la cama. Lo único que quería era dormir hasta el día de muertos (2 de nov).

A la mañana siguiente Ginny se levantó tarde, afortunadamente era domingo, así que no tuvo que faltar a clases. Al bajar a la sala común se encontró con la noticia de que la gata del Sr. Filch, la señora Norris, había sido atacada la noche anterior y que Harry, Ron y Hermione se habían encontrado en la escena del crimen.
- …sí – decía un chico de sexto año – fue espeluznante cuando la vimos, ahí colgada, hecha toda de piedra.
- Yo creo que Potter tuvo algo que ver. Filch lo iba a castigar por haberle ensuciado el pasillo el otro día, a lo mejor se quería vengar.
- Pues no ha sido una gran pérdida.
- ¿Quién será el Heredero de Slytherin? Digo, si es que hay alguno.
- Claro que lo hay, sino, ¿Quién escribió lo del muro?
Ginny escuchaba absorta la conversación entre los alumnos de sexto. Repentinamente se le encogió el corazón. ¿Hubo un ataque la noche de Halloween? La niña salió de la sala común y se encaminó al gran comedor. Durante todo su recorrido nadie hablaba de otra cosa. Llegó al pasillo del segundo piso, donde se encontraba Filch, el conserje, haciendo guardia en el lugar del ataque donde había aparecido su tan amada señora Norris y tallando muy fuerte el lugar donde estaba la inscripción en el muro “LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA. TEMAN, ENEMIGOS DEL HEREDERO”. Se detuvo un instante para leer bien aquellas palabras, entonces Filch la miró fijamente con suspicacia y le dijo:
- ¿Qué buscas aquí? – con voz gruñona.
Ginny se sobresaltó, bajó la cabeza y salió corriendo hasta el gran comedor. Al llegar se sentó al lado de Colin, quien hablaba muy emocionado de lo mismo: la gata del conserje.
- Ginny, ya te has levantado. ¿Te enteraste de lo sucedido a la gata de Filch?
- Sí, me he enterado – respondió Ginny, evitando su mirada. – Todo el colegio estaba ahí, ¿no?
- Es cierto. Tu hermano estaba ahí con Harry y su otra amiga. ¿Crees que ellos sepan quien fue el responsable?
- No lo creo – dijo Ginny con más ganas de terminar aquella conversación que otra cosa.
- Pues yo creo que el heredero de Slytherin debe estar en Slytherin, es lógica. Cuando vea a Harry le preguntaré que opina él.
Ginny ya no contestó, no podía dejar de pensar en la gata. Al pasar el día, en la primera oportunidad que tuvo, sacó su diario. Tom debía saberlo también.
<< ‘Querido Tom, – comenzó a escribir de forma trémula – estoy asustada, no recuerdo lo que hice la noche de Halloween, pero han atacado a un gato y yo tengo manchas de pintura por toda la túnica, intenté quitármelas, pero no se borran, por un momento pensé que eran de sangre. Me he sentido cansada y tengo una angustia en mi corazón que no me deja, no sé porqué siento tanto miedo.’ >> Terminó casi desesperada. Riddle tardó un momento en contestar.
<< 'La noche de Halloween me dijiste que te sentía mal y te fuste a acostar temprano. Ese catarro que te atacó fue más fuerte de lo que pensabas.' >>
<< 'Pero, ¿porqué tengo miedo?' >>
<< 'Tú me dijiste que te gustan los gatos, solo estas preocupada por la mascota de conserje.' >>
Nuevamente Ginny sintió un poco de alivio ante el consuelo de Tom. Dejó aquel sentimiento por la paz un rato, pero no podía evitar que su angustia se reflejara en su rostro de vez en cuando.

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